La última milla pone de moda los kioscos

Los comercios de prensa aprovechan la digitalización que redujo el alcance del papel para contrarrestar su caída en ventas, y se ofrecen como punto de envío y recogida de paquetes

María Pérez registra varios paquetes en su kiosco, situado en Vigo, ayer.

María Pérez registra varios paquetes en su kiosco, situado en Vigo, ayer. / Marta G. Brea

Basta echar una mirada atrás, solo un par de décadas, para darse cuenta de la cantidad de kioscos que han ido desapareciendo con el paso del tiempo: gigantescos y diminutos locales, en prácticamente todas las calles, repletos de un sinfín de páginas que retenían buena parte de la cultura de antaño. Pero el bum de Internet y la posterior explosión de las redes sociales llegaron para cambiarlo todo. Los hábitos de los lectores a la hora de consumir ocio e información. La forma de reproducir y monetizar ese contenido. En un chasquido, un abrir y cerrar de ojos que duró años pero ha pasado sustancialmente rápido, como nos tiene acostumbrados la vida, muchos de esos establecimientos se esfumaron. Y a los que quedan –supervivientes del siglo XXI– no les ha quedado otra que actualizarse, contrarrestando su caída en ventas –ligada al triunfo del mundo digital sobre el papel– con nuevas líneas de negocio.

Una de ellas, quizá la más moderna, es la mensajería online, aprovechando que el número de gallegos que compran desde sus ordenadores, tabletas o móviles se ha duplicado en Galicia durante los últimos 10 años. Así las cosas, actuando como atípicas oficinas postales, son varias las tiendas que siguen distribuyendo prensa pero que ahora también recogen y entregan paquetes vinculados a buques insignia del textil como Inditex o plataformas tan revulsivas en la industria de la moda como Vinted, dedicada a la compraventa de ropa de segunda mano. “El flujo de gente ha aumentado considerablemente, además es un tipo de clientela distinta que la habitual, por eso yo lo considero importante”, explica María Pérez, propietaria de El Kiosco de María, localizado en Vigo, haciendo hincapié en que lo que se suele llevar por pedido es “una cuestión simbólica”, aunque a final de mes recaude entre 100 y 150 euros.

Los propietarios de los kioscos reciben una cantidad económica concreta en función del peso de la mercancía –que va desde una devolución a Zara hasta una camisa ya usada que ha encontrado su segundo dueño en otro país–, pudiendo ascender hasta los 30 céntimos por cada envío. No obstante, el ingreso mensual que cosechan estos negocios –ya no tan tradicionales– depende especialmente de la época del año, siendo Navidades y las rebajas los momentos en los que “más gente acude”, con el objetivo de “traer o llevarse cosas”.

María, que comenzó hace tres años, comenta que durante este tiempo no ha dejado de crecer el volumen de personas en torno a la última milla –los últimos metros del itinerario que hace un paquete antes de llegar a manos del destinatario final–, que tan de moda ha vuelto a poner unos establecimientos hasta hace poco tan pasados de moda. Y los diez compradores o vendedores diarios que al principio solían frecuentar este espacio se han multiplicado con el paso de la pandemia, siendo ahora los que acuden –jornada tras jornada– cerca de cuarenta.

María Pérez registra varios paquetes en su kiosco, situado en Vigo, ayer.

María Pérez sujeta la bolsa en la que guarda los paquetes que recibe, delante de su kiosco. / Marta G. Brea

Como su compañera de sector, Óscar Alonso también optó por introducir esta nueva línea de negocio en su kiosco, Sequeiros, al ver cómo gradualmente iban descendiendo las ventas de toda clase de publicaciones impresas, como las revistas. El vigués decidió “compensar” su menor facturación, la del lado más conservador, con el extra que mes a mes se saca tras actualizarse al cambio de rumbo impuesto por la digitalización, que para muchos continúa sonando a chino si no es algo completamente desconocido.

“Mucha gente no es público de kiosco pero entra aquí, la mayoría no compran nada pero alguien siempre pica”, apunta, destacando que el pasado 2022 cuando más se sorprendió fue durante el Black Friday: la época fuerte. “Había días que venía incluso el doble de gente, unas 50 personas. En noviembre ganamos más de 300 euros porque había mucho trabajo”, subraya, indicando que ha habido momentos, como cuando fue la huelga del transporte, que llegó a acumular cientos de paquetes.

María Pérez registra varios paquetes en su kiosco, situado en Vigo, ayer.

María Pérez registra varios paquetes en su kiosco, situado en Vigo, ayer. / Marta G. Brea

Ambos kiosqueros apuntan que este beneficio adicional llega como resultado de firmar un contrato de exclusividad con la compañía Inpost, que en su web se define como una “empresa de mensajería especializada en envíos a no domicilio” y que en parte compite contra grandes como MRW o Correos. A ellos se suman también otros kioscos vigueses, como el Gran Vía, que lo hicieron fundamentalmente “para que empezasen a entrar clientes que no entraban normalmente, gente que nunca entraría a comprar prensa y que con esto pudiera llegar a hacerlo”; o el Gladys, desde donde tratan de “innovar e incorporar nuevas vías de ingreso, porque con algunas de ellas no llega, y también ofrecer más servicios a las personas, que estén disponibles cerca de sus hogares”.

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