La “casa del papel” imprime en O Porriño

Tras 40 años de experiencia, Constante y sus antiguas máquinas echan un pulso a la digitalización

Constante (a la izquierda) junto a Sergio, uno de sus empleados, en la imprenta de O Porriño.

Constante (a la izquierda) junto a Sergio, uno de sus empleados, en la imprenta de O Porriño. / MARTA G. BREA

Cuando Constante Vázquez empezó en el mundo de la imprenta tenía 15 años. Era una época distinta, tiempos intensos para la industria del papel, y poco o nada hacía presentir que eso cambiaría. Él comenzó haciendo los moldes para la máquina tipográfica que daba de comer a su familia. Letras de plomo en horas extraescolares. Y ese aparato descansa ahora en un almacén mientras Tito –así le llaman quienes mejor le conocen– sigue trabajando diariamente con otros igual de antiguos. Tienen 80 años. Tecnología casi centenaria que decidió echarle un pulso a la revolución digital.

“Era una máquina manual que se abría y cerraba. En una parte estaba lo que es la tipografía, lo que es el molde, y en la otra se ponía el papel. Bajaban unos rodillos, manchaban la tipografía y, al cerrarse, el papel impactaba con la tipografía y se quedaba impreso”, recuerda sobre sus inicios este gallego, que tras acabar la Educación General Básica (EGB) dejó de ayudar a su padre y se puso a trabajar por cuenta ajena. En 1999 fundó Gráficas de Vigo, que con la crisis de 2008 acabó desapareciendo. El relevo lo tomó Imprenta T, que se asoció con Imprenta Palacios en O Porriño, donde lleva asentada desde entonces sin perder su esencia.

Entrar en su nave, localizada en la Avenida Domingo Bueno, es como viajar al pasado. Allí sus protagonistas rondan las ocho décadas y siguen funcionando como si fuese su primer día. De apellido Offset, Tito explica que “son con las que más se trabaja”. “Todas las empresas tienen estos aparatos, lo que pasa es que los que él tiene son “de los primeros”. Aprovechando las reacciones químicas, emplean tintas en base agua que consigue imprimir sobre todo tipo de papeles, pero sin depositar la tinta directamente de la plancha al papel. Primero se transfiere a un cilindro de caucho y luego al soporte final.

Constante (a la izquierda) junto a Sergio, uno de sus empleados, en la imprenta 	de O Porriño.   | // MARTA G. BREA

Constante, con una de sus “Offset”. / Marta G. Brea

En esta segunda etapa, la que se inició hace 12 años en O Porriño, el mayor impacto llegó con la pandemia del coronavirus. Constante cuenta que al prohibirse la entrega de papel en mano, como los folletos por la calle, “la gente se metió en lo digital”. “Se metió en lo digital, en la publicidad por Internet. Se dejaron de enviar cartas por correo, sobres… Lo que es el papel lo hundieron y eso sí que lo noto muchísimo”, comenta, resaltando que hoy en día “ni de broma, ni de lejos” se ha recuperado el contacto previo con el papel: “Los libros bajaron muchísimo, se empezaron a vender incluso más libros electrónicos”.

Allí fabrican de todo. “Todo lo que veas en una oficina, lo que veas de papel, seguramente lo hacemos nosotros”, dice Tito. Pero los pedidos ya no son los que eran. Cada vez llegan encargos menores de todo tipo de productos: tarjetas de visita, albaranes, carteles… Hasta manteles de cafeterías. “Han ido disminuyendo. Para trabajar lo mismo tienes que captar más clientes”, agrega, subrayando que antes había pedidos de hasta 50.000 unidades y ahora un pedido decente son 1.000 unidades, si bien reconoce que su potencial está en Vigo y, por si fuera poco, también realizan envíos a Cataluña y País Vasco.

Pese a que los hábitos de consumo hayan cambiado, no lo ha hecho el amor de Constante por un oficio artesano que a sus ojos “es precioso” y “nada tiene que ver con lo digital”. “A lo digital tuvimos que entrar porque nos lleva a eso. No nos queda más remedio. Pero el oficio primitivo es muy bonito. Todo lo creas tú. Al hacer el molde utilizas tu imaginación. Ahora es un ordenador al que solo hay que darle al Enter prácticamente”, confiesa junto a sus tres trabajadores, entre ellos Sergio, el relevo generacional de la empresa.

De cara al futuro se imagina que no habrá trabajo para todos, debido a una tendencia que se materializa en un menor consumo de papel y que mucho menos mira hacia lo tradicional. “No se cuanto tardará, porque eso ya lo llevamos sufriendo unos cuantos años y estamos aquí. No sé cuánto más podremos aguantar pero estamos aguantando”, apunta, haciendo hincapié en que le encantaría “que todo siguiera un poco como era”. Volver atrás y recuperar aquella alta producción, tener todo más organizado... En fin, medir cada detalle.

“Ahora al estar todo tan limitado se improvisa demasiado. La gente viene, te pide un trabajo, pero como lo quiere para mañana, pues no tienes que saltarte la planificación para atender esos pedidos urgentes”, añade. Lo que tiene claro es que su oficio no desaparecerá del todo. Jamás. Como dice, tras 40 años de experiencia, “siempre habrá cosas que se puedan (o necesiten) imprimir”.

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