Sanidade echó el cierre perimetral de 23 concellos de la comunidad, entre ellos las siete principales ciudades, el 30 de octubre de 2020 ante el fuerte repunte de los casos activos de COVID-19 y el temor a que la situación se desmadrase con la propagación a los núcleos rurales por la movilidad en la festividad de Todos los Santos. En otros 14 municipios restringió las reuniones a convivientes y las limitó a 5 personas en el resto. Aún faltaban un par de meses para el arranque de la vacunación y cada ola obligaba a las administraciones a modular la movilidad y los aforos de los negocios con mayor interacción social para evitar el temido confinamiento. Ese mismo día se conoció la remontada histórica del Producto Interior Bruto (PIB) durante el verano. El alza del 16,7% sacó al país oficialmente de la recesión técnica y todos los indicadores aventuraban un rebote similar en el caso de Galicia. Crecían con intensidad el consumo, las exportaciones y, sobre todo, la producción industrial, liderada por la automoción, una rara avis dentro del adormecido polo del motor español, que en aquel momento empleaba a 17.071 personas, la mayor cifra de los últimos doce años. La rápida recuperación de Stellantis, las firmas de componentes y las auxiliares permitió suavizar el golpe de la pandemia en la economía regional.
Directamente, la crisis sanitaria del coronavirus no consiguió paralizar la automoción gallega más allá de las semanas de hibernación en el inicio de la pandemia. Todo lo contrario. La facturación alcanzó un récord histórico de 10.400 millones de euros en 2020 y volvió a batir su máximo en 2021, con 11.200 millones. Pero el enorme cuello de botella generado en el mercado de los microchips por la demanda para la electrónica de consumo por la reclusión en casa y el auge del teletrabajo sí está pasando factura al sector ahora. De los casi 17.100 empleos que tenía hace dos años, quedan unos 15.000. La industria del automóvil en Galicia perdió el 12% de sus ocupados (2.000 puestos) y tiene alrededor de 1.100 en un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE).
A 30 de noviembre, Galicia era la tercera comunidad con más trabajadores en ERTE en toda España: 2.360, según el último balance publicado por la Seguridad Social. Supera incluso a dos comunidades con muchísima más población, Madrid y Andalucía, donde hay 2.002 y 1.907 afectados, respectivamente. Las autonomías de mayor incidencia en la suspensión total o parcial de contrato en esa fecha eran Cataluña (6.779) y Comunidad Valenciana (2.547). En el conjunto del país había 22.763 tras un incremento de casi el 14% respecto a octubre. En 2020 pasaron por un ERTE en Galicia casi 197.000 personas en Galicia y 3,6 millones en toda España.
Actualmente, uno de cada cuatro, algo más de 5.600, pertenece al sector de la automoción. De los servicios de alojamiento quedan 1.600 y alrededor de 1.000 en bares y restaurantes. Otros 1.500 se dedican a la fabricación de productos minerales no mecánicos, que integra, entre otras ramas, el vidrio, la cerámica, el cemento o el yeso, todas muy lastradas por el encarecimiento de los costes energéticos. Las agencias de viaje, el negocio que sufrió la mayor caída de la facturación en la crisis del COVID-19, mantiene aún a casi 1.200 trabajadores en suspensión.
Los datos detallados de los ERTE por sectores en cada comunidad son de septiembre, aunque, según las fuentes consultadas por FARO, apenas existen diferencias con los de noviembre en Galicia. De hecho, el total de trabajadores entonces ya superaba los 2.000. El peso de la automoción alcanza aquí el 54% del global de las suspensiones, con 1.100 afectados. Por esa misma razón, la provincia de Pontevedra, epicentro de la automoción en Galicia, está en cabeza: el 78% de los afectados (1.600) en septiembre y el 71,5% (1.668) a 30 de noviembre, la inmensa mayoría vinculados al motor. El resto de Galicia se mueve en magnitudes muy inferiores porque la presencia de la industria de los coches es residual. El número de personas en ERTE en A Coruña ronda los 550; 84 en Lugo; y 43 en Ourense.
“La lógica nos lleva a pensar en que para el año que viene algo nos hará falta para acompañar al empleo mientras sigamos viviendo este tipo de situación que no va acabar a corto plazo”, avanzó hace unos días Ignacio Bueno, director de la factoría de Stellantis en Vigo, ante las preguntas de los medios de comunicación por un posible nuevo ERTE para 2023 en la planta, que sufre también “una congestión importante en el flujo de salida marítimo originado por ciertos puertos europeos”. “Que son los puertos de entrada a los principales mercados europeos –como el propio Bueno relató–, asociado a su vez a limitaciones en el transporte terrestre en algunos países por falta de disponibilidad de conductores”.
En Figueruelas, el grupo ya puso fecha al inicio de las negociaciones con los sindicatos para abrir la negociación de otro expediente entre sus más de 5.000 trabajadores. Será el próximo 18 de diciembre. El 27, la fábrica de Madrid suspenderá definitivamente el tercer turno para el que había contratado a 300 personas. Un delicado panorama común a los gigantes del motor que operan en España.
Entre los otros sectores con algún ERTE en vigor en Galicia destacan la ingeniería civil (74 afectados) y la construcción especializada (69). En comercio mayorista había 64 en septiembre; 61 en talleres y concesionarios de coches; 54 en comercios minoristas; 52 en la fabricación de caucho y plástico; 49 en agencias de viaje; 45 en la industria del papel; y 44 en metalurgia.