Mano de obra especializada
El talento que (se) despega de Galicia
Soldadores como Brais o Borja prueban que el sector español es incapaz de retenerlos: no solo cobran dos o tres veces más, sino que fuera tienen un trabajo más valorado y menos presión

Borja Castro, en Irlanda, en su trabajo en una planta de microchips / FDV
“El 95% de nuestros alumnos es contratado y consigue la homologación”. Con esta breve línea Tesol Group hace fácil lo que a muchos les resulta asfixiantemente difícil: encontrar empleo en un contexto de inflación e incertidumbre. La compañía, que fundó en 1985 su división educativa, Formavigo, prepara cada año a un centenar de soldadores. Todos ellos salen con ganas a comerse un mercado con hambre, que ansía su llegada pero no les corresponde, y demasiados acaban abandonando España: a causa de motivos económicos (les pagan más en otros países) pero también por la menor presión que viven en sus jornadas laborales. “En Europa hay un problema muy grande de personal especializado”, explica Fernando Couñago, fundador del citado grupo, y buena fe de ello dan jóvenes como Brais Domínguez, que lleva un año en el extranjero. Él repara los tanques de los barcos que llegan a Saint-Nazaire. Y en esta comuna francesa, parte de la Bretaña histórica, no está solo. Otros 13 españoles, la mayoría gallegos, trabajan codo con codo en la misma tarea. Antes eran el doble, pero un parón en el astillero más grande de Europa, Chantiers de l’Atlantique, rebajó su número. La temporalidad es una de los pocos rasgos que este oficio comparte a nivel mundial. En todos lados se trabaja por proyectos, pero fuera se trabaja mejor.
“Aquí hay mucha gente a la que no le gusta este trabajo”, comenta el muchacho, destacando que hay muy pocas personas que quieran dedicarse a la soldadura, antaño –y aún ahora– cargada de estereotipos. Recordando cuando le dijeron que en esa zona de los Países del Loira había mejores condiciones, afirma que no lo dudó. Y tras formarse en la ciudad olívica, donde hizo prácticas unos meses, optó por marcharse al país vecino. Allí lleva desde julio de 2021 y certifica que “hay un montón de demanda”. Cobra 1.000 euros más de los que ganaría si estuviese en España y además admite que no le agobian en su día a día: “No te exigen tanto, mientras que en Vigo sí que están más encima de ti”.

Borja mientras trabaja soldando uno de los grandes tubos de la futura planta de chips de Irlanda. / FDV
Pese a los pros, reconoce que no todo son rosas. También hay alguna que otra espina. “Fuera hay mejor salario y más respiro, lo malo es que estás lejos de tu familia”, apunta Domínguez, que está valorando la posibilidad de volver a Galicia en caso de que le ofrezcan un sueldo adecuado a sus expectativas. Si bien todavía no se hace a la idea de ello, dado que es bastante complicado, en invierno probará suerte y al menos lo intentará. Quizás suene la campana.
Brais, como tantos muchos, es el claro ejemplo de que la escasez de mano de obra cualificada en España no significa que no haya profesionales aptos, sino que el sector –en este caso el metalúrgico– es incapaz de soldar el talento gallego a su tierra. Prueba de ello es Borja Castro, que actualmente se encuentra en Irlanda trabajando en una de las plantas de microchips más grandes que acogerá Europa. No ha sido el único país que ha visitado: Alemania o Finlandia también son destinos en los que se ha abierto camino.

Borja, en otra imagen, con una tubería de la planta. / FDV
“Las veces que he estado en el extranjero me he sentido mucho más valorado. Se te valora como profesional y se valora el buen trabajo”, dice, indicando que aquí no ocurre lo mismo en algunos lugares. A ello suma que gana el triple de lo que cobraría si estuviese trabajando en nuestro país. “Aunque no es decisivo y no me voy solo porque me paguen más, sí que influye”, añade, dejando claro que no solo le permite tener una vida “más digna”, sino también “pensar en el futuro”. “Que no te ofrezcan eso en tu casa es triste”, sentencia.
Desde Tesol Group ratifican lo que es obvio. “No hay estabilidad, los profesionales se mueven por proyectos”, al igual que en el exterior, pero fuera hay “mejores condiciones”. “Los que tienen poca experiencia se quedan al principio y en el momento que obtienen más nivel se van”, agregan al respecto, cifrando en torno a la mitad de los alumnos que forman los que terminan mudándose al extranjero. Gente que ha aprendido a querer un oficio malquerido por muchos.
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