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El declive demográfico deja a Galicia con un 10% de trabajadores mayores de 60 años

En empleo doméstico y sector primario rondan el 20% | La construcción registra el mayor incremento del colectivo en 2021 | Los menores de 25 suponen solo el 4%

Grupo de personas mayores. Iñaki Osorio. Iñaki Osorio

Dentro de una semana entra en vigor la cotización por paro y al Fogasa para las empleadas domésticas. El real decreto aprobado por el Gobierno el pasado 6 de septiembre, que incluye la bonificación del 80% de la cuota para suavizar el impacto en las familias contratantes y el fin del despido injustificado, lleva a la práctica la ratificación por parte de España del conocido Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cumple un compromiso electoral de los partidos de la coalición del Gobierno, asume la sentencia del Tribunal de Justicia de la UE que confirmó la discriminación del colectivo y dignifica el día a día de una actividad sostenida por mujeres. De las 24.000 altas a la Seguridad Social que hay en el régimen de empleados del hogar en Galicia, ellas suponen el 98%, con un peso muy relevante de las edades más altas. Es una de las ocupaciones más envejecidas del mercado laboral autonómico, donde salta a la vista el contagio del declive demográfico.

La edad media de los residentes en la comunidad alcanzó a 1 de enero de 2020 los 47,5 años, casi cuatro más que el dato nacional. Y sigue al alza. Cada ejercicio suma dos meses más, según la radiografía de la población incorporada al Plan Estratéxico de Galicia 2022-2030, que resalta la subida “año tras año” del índice de envejecimiento. Por cada 100 personas menores de 20 años, hay 160 que superan los 65. Las últimas proyecciones oficiales estiman una caída del 25,7% del grupo de 25 a 44 años a lo largo de esta década, hasta llevar la edad media en Galicia a los 50,4 años. En la nueva hoja de ruta de la Xunta se admite abiertamente que el desequilibrio lastra el mercado laboral, provocando “problemas de relevo generacional en la titularidad de los negocios”.

Los trabajadores con 60 o más años aumentaron en el último año en la región el 6% y un 50% desde 2012. Hay 102.200, como recoge el reciente balance de afiliados a la Seguridad Social del Instituto Galego de Estatística (IGE) con datos a 30 de junio. Este grupo de edad supone por primera vez el 10% de los ocupados, mientras que los menores de 25 años rondan el 4% (41.300).

Parte del incremento responde al alargamiento de la vida laboral por los actuales requisitos para la jubilación. Se mantienen los 65 años para aquellos trabajadores que tengan, al menos, 37 años y medio cotizados. De lo contrario, hay que esperar a cumplir los 66 años y dos meses para poder retirarse en este 2022. Pero la principal clave del envejecimiento del mercado de trabajo en Galicia viene de la propia dinámica demográfica. La base de la pirámide se tambalea por falta de nacimientos y la emigración al resto de España y otros países. Por cada pensión abonada en Galicia hay solo 1,37 afiliaciones, el segundo peor dato tras Asturias (1,26). En la provincia de Ourense no llega ni a 1. Otro de los termómetros de la salud del mercado laboral es la llamada tasa de sustitución de la población activa. Contrapone la población de menos de 25 años en alta en la Seguridad con los mayores de 55. “En Galicia, por cada 100 personas que están en edad de abandonar el mercado laboral, se contabilizan 19 que ingresan al sistema”, indica el IGE.

“Es una descripción, una realidad, pero el hecho de que haya personas trabajando a pleno rendimiento a los 60 y pico años es también un éxito social. Las condiciones de salud a esas edades hoy no tienen nada que ver con, por ejemplo, las de mi padre”, explica José Francisco Armesto, economista y uno de los expertos encargados de los informes laborales del Foro Económico de Galicia. “Lo que sí supone un gran problema es que, a la vez, faltan trabajadores”, subraya. “Y no es algo nuevo. Se veía venir por la evolución de la propia estructura de la población –recuerda–. Sabiendo que nos íbamos a encontrar con esta situación, se está haciendo poco para solventarla”.

“La composición de la pirámide de población continúa con la tendencia de los últimos años, el envejecimiento permanece en progresión ascendente, al igual que en el resto de la comunidad”, señala el Servicio Público de Empleo Estatal (Sepe) en el apartado demográfico de su informe del Mercado de Trabajo de Pontevedra en 2021. Tiene la menor tasa de trabajadores mayores de 60 años de las cuatro provincias: 9,35%. Las otras desbordan el 10%. “Se puede considerar que esta masa de trabajadores forma una importante fuente de creación de empleo de reposición –añaden el organismo dependiente del Ministerio de Trabajo–, ya que una parte de ellos serán reemplazados a medida que cesen su actividad”.

La lista de las 10 actividades con mayor peso de esta franja de edad el año pasado en Pontevedra es calcada a la de 2020 y prácticamente en todas hay más mayores de 60 años que el ejercicio anterior. Agricultura, ganadería y caza dejan la única excepción. El colectivo mermó un 3%, pero, aún así, ocupan dos de cada diez empleos. En esos mismos niveles (20,2%) se mueven las mujeres de más de 60 años en el empleo doméstico tras un alza del 4% el año pasado. En la administración pública superan el 17%, el 14% en servicios a edificios y jardinería y actividades sanitarias;_casi el 12% en transporte; y los trabajadores de 60 años en adelante alcanzan el 11,5% en la construcción de edificios, que acumula la subida más acusada en 2021: 14,6%. Le siguen los concesionarios y talleres de coches (10,2%), la industria alimentaria (9,6%) y el comercio mayorista (9,4%).

La construcción se fija en el transporte para atraer a las mujeres al sector

Apenas hay diferencias en el resto de provincias. El sector primario y el trabajo en el hogar copan los primeros puestos en todas con porcentajes por encima del 20%, según el Sepe. “La gente joven no quiere ir al campo”, enfatiza Armesto. “No ha habido campañas de concienciación sobre la importancia del sector, incluida la pesca –continúa el economista–, ni las condiciones son precisamente las mejores”.

También comparten las cuatro provincias un fuerte incremento (8% en A Coruña y Ourense y hasta un 19,8% en Lugo) de los afiliados de más de 60 años en la edificación. En el caso de Ourense, se nota igualmente en la construcción especializada.

“Es un mal endémico del sector”, reconoce Miguel Caruncho, presidente de la Asociación de Constructores de Pontevedra (ACP). Un sector “con una edad media muy elevada, envejecido, porque no somos capaces de incentivar a los jóvenes a incorporarse a pesar de tener un convenio excelente”.

La ACP rechaza la consideración “sesgada” del ladrillo como una actividad “dura” ahora mismo. “No como lo era antes. Los procedimientos, lo que a nosotros nos gusta llamar industria de la construcción, están muy mecanizados. No hay que cargar ya sacos de cemento y es una ocupación abarcable para cualquier persona y edad. Más que condiciones físicas, ahora se requiere especialización para operar la maquinaria”, describe Caruncho, que pone al transporte como ejemplo de lo que la construcción quiere hacer para paliar el déficit de mano de obra. “¿Qué ha cambiado para que veamos cada vez a más mujeres al volante de un autobús? Ha cambiado la percepción de la sociedad y nosotros también tenemos que conseguirlo”, afirma.

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