Los supermercados pueden racionar la venta de alimentos “cuando existan circunstancias extraordinarias o de fuerza mayor que lo justifiquen” para garantizar “el acceso de los consumidores en condiciones equitativas” ante el posible riesgo de desabastecimiento. La medida, un cambio de la Ley de Ordenación del Comercio Minorista incluida en el plan nacional para hacer frente a las consecuencias económicas de la guerra de Ucrania, entró en vigor el pasado 31 de marzo. Días antes, muchas cadenas optaron por hacerlo sin tener todavía respaldo normativo ante la avalancha de los clientes para hacer acopio de aceite de girasol. La invasión rusa desveló a la mayoría de ciudadanos la gran dependencia de Europa de los cereales procedentes de ambos países y, como ocurrió en la declaración del estado de alarma para combatir la primera ola del coronavirus, el consumo se desbocó. El conflicto sigue, el suministro parece garantizado, pero los precios se han puesto por las nubes. Los aceites y grasas se encarecieron en mayo en Galicia un 42% en comparación con el mismo mes del año pasado, superando incluso la subida de los combustibles y la electricidad, hasta ahora los grandes culpables de la fuerte inflación.
De los 21 productos de referencia para llenar la despensa, solo las patatas cerraron el mes a la baja. Y tampoco demasiado: un 0,3%. En el resto, además de los aceites, destaca el enorme salto en los huevos (32,4%), leche (15,3%), cereales y derivados (14,7%), pescado (12,6%), preparados de legumbres y hortalizas (12,3%), pan (11,9%) y productos lácteos (11,9%), según la actualización del Índice de Precios al Consumo (IPC) publicada ayer por el Instituto Nacional de Estadística (INE) y su homólogo en Galicia, el IGE. Entre las carnes sobresalen el incremento anual del coste del pollo (11,4%) y el cordero (10,7%). También el café y el cacao subieron por encima del 10%. Las frutas escalaron un 9,8%, mientras que los productos de huerta frescos se encarecieron algo menos (5,6%) y la carne de cerdo se quedó alrededor del 4%.
Entre la presión de las materias primas alimentarias, lo que cuesta la elaboración para la industria transformadora por la energía y el impacto de la cotización del petróleo en los envases y el transporte, los precios de la alimentación en Galicia se incrementaron un 11,2%, el mayor ascenso de los últimos 30 años. Su escalada alcista supuso en mayo casi 2,2 puntos de los 9,6 que, en total, se anotó el IPC en la comunidad. En el conjunto del Estado creció un 8,7%.
La inflación en Galicia se está nutriendo de la electricidad, el gas y otros combustibles (41,5% más caros que hace un año, a pesar de que en la comparativa mensual se abarató un 1,8%), de los carburantes de automoción (36%) y, en general, de buena parte del resto de productos, especialmente la hostelería (7%), servicios de alojamiento (14,5%) y comisiones bancarias (10,6%). No queda rastro de la contención de los precios en abril (9,1%, frente al 10,5% del pico de marzo) y el IGE prevé que la situación se mantenga este junio, cerrando alrededor del 9,6% otra vez.