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“Todo eso de volver al rural es una falacia”

Pepe Fraiz, que tiene una explotación familiar de cerdos, lamenta lo “ruinoso” de su situación

CERDO RAZA CELTA BRAIS LORENZO

Es el pan de cada día actualmente defender las ventajas del mundo rural, tanto desde iniciativas empresariales, como institucionales y políticas: el contacto con la naturaleza, la vida alejada del ajetreo urbano... Pero, desde dentro, hay una visión más pesimista (o acaso realista) de lo que significa realmente el sector primario. “Todo eso de volver al rural es una falacia, una mentira”, cuenta a FARO Pepe Fraiz, que tiene, junto con su mujer, una explotación de cerdos de la raza celta en la localidad ourensana de O Carballiño.

“Todo lo que se vende a los procesadores no es rentable ni de broma”, protesta. Las procesadoras cárnicas, cuenta Fraiz, suelen pagar a los ganaderos 3,20 euros por kilo de cerdo. Esto a pesar de que un sencillo cotejo de los precios de distintos productos porcinos en dos conocidas cadenas de supermercados revela que las chuletas de cerdo cuestan 4,45 euros el kilo en una y 8,29 en otra, el kilo de jamón cocido está a 7,59 en la primera y a 12,50 en la segunda, mientras que, en el caso del jamón serrano, una cadena lo vende por 9,55 euros el kilo y la otra por hasta 12,37 (esta comparativa no está basada en productos de las mismas marcas).

“Esto es ruinoso”

Es por eso que en su explotación, que dispone actualmente de 23 cerdos de la mencionada variedad gallega, Pepe Fraiz y su esposa prefieren la venta directamente al por menor, una práctica que permite obtener unos márgenes de beneficios más dignos para el ganadero. Si no, “esto es ruinoso”, lamenta. Si bien no vende a un precio cerrado, sino que lo negocia con cada comprador (al contrario que las procesadoras, que fijan un precio cerrado, la venta directa al consumidor permite acordar el importe de manera más flexible), considera que “un precio razonable para subsistir” sería de seis euros por kilo de cerdo, una cifra muy alejada de lo que ofrecen las procesadoras, pero a la que sí puede llegar en el mercado minorista. “Con los precios de las procesadoras, a las empresas grandes todavía les compensa un poco, pero al pequeño productor no”, valora.

Al ser la suya una pequeña explotación familiar, no tiene ningún estudio sobre el margen de beneficio que él obtiene por cada kilo de carne, pero sí calcula que alimentar a cada animal cuesta cada día unos 40 céntimos. Por eso es “inviable” para él vender a las procesadoras. “Con eso la gente no vuelve al campo”, critica. Y advierte: “Y mi caso es el mismo que el de todo el mundo”.

Fraiz y su esposa llevan con su explotación de O Carballiño desde “principios de 2019, poco antes de que empezara la pandemia”, por lo que la incertidumbre estuvo presente desde el comienzo. Eso sí, han notado un aumento importante de los costes a raíz de la guerra de Ucrania. “El trigo estaba a unos 25 céntimos el kilo; ahora puede llegar a los 40, ejemplifica. El ourensano considera que “el precio de la carne debería estar un poquito más regulado porque, si no, no te da para sobrevivir”.

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