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La pandemia empuja a 62.000 gallegos a dejar su trabajo o cambiarlo por otro

Uno de cada tres estaba en restauración o el comercio | Los expertos alejan la idea de la “gran dimisión” como en EE UU, pero sí constatan nuevas prioridades de la población

Un camarero con varios platos para servir una mesa. // Jorge Zapata Jorge Zapata

De la reunión entre el Ministerio de Trabajo y los agentes sociales el pasado 23 de mayo para analizar el desequilibrio entre las vacantes del mercado laboral y las cifras del paro que hay en España salió el compromiso de sentarse otra vez en un par de semanas ya con medidas concretas sobre la mesa. ¿Es realmente un problema tan grave? Había 3,1 millones de desempleados y quedaban unos 109.000 puestos sin cubrir al cierre de 2021, según la Encuesta del Coste Laboral del Instituto Nacional de Estadística (INE). En Galicia, las ofertas disponibles rondaban las 3.000, frente a las 152.000 personas que esperaban una oportunidad.

Las quejas de los empresarios por los supuestos problemas para encontrar mano de obra, especialmente en sectores de bajos salarios y largas jornadas, extendieron la idea de que el fenómeno de la “gran dimisión” había cruzado el charco. EE UU lleva año y medio en niveles nunca vistos de dimisiones voluntarias, incluso en contratos fijos. “En ningún caso existe en España”, descartó el secretario de Estado de Empleo tras la cumbre con patronal y sindicatos. “Algunas vacantes que se están produciendo en territorios concretos y la hostelería tiene que ver con que no se paga lo suficiente, no hay descansos, las jornadas son agotadoras y los trabajadores no pueden conciliar su vida personal y laboral”, explicaba Joaquín Pérez Rey, convencido de que “las vacantes se esfumarán como la espuma” cuando la situación cambie.

Los sectores más afectados

La hostelería, el comercio y otros servicios con condiciones laborales parecidas (los personales y de protección) protagonizan las renuncias de empleo en Galicia motivadas por la pandemia. Casi 62.000 trabajadores de la comunidad decidieron dejar su puesto o marcharse a otra empresa entre marzo de 2020 y julio de 2021, como refleja el análisis elaborado por el Instituto Galego de Estatística (IGE) sobre el impacto de la crisis del COVID-19 en la situación económica, el trabajo y las relaciones familiares. De todos ellos, alrededor de 21.000 pertenecían a esos sectores, donde se fugaron el 8% de los ocupados.

cambios de trabajo W Hugo Barreiro

Otros 9.000 gallegos que siguieron el mismo camino se dedicaban a labores elementales; 7.600 eran operadores de instalaciones y maquinaria; 7.300 desempeñaban tareas científicas o intelectuales; y cerca de 5.700 estaban contratados en industrias manufactureras o la construcción. Las ocupaciones con menos salidas fueron la dirección y gestión empresarial (349); el campo y la pesca (1.889); y las áreas de contabilidad, administración y, en general, el empleo de oficina (3.800).

Los ERTE eternos

“Puede haber muchas causas, pero, sin duda, la inmensa mayoría de ellos, diría que un 80%, estuvieron en situación de ERTE durante mucho tiempo, algo que sucedió sobre todo en la hostelería, cobrando el 70% de su salario y tuvieron que salir a buscarse la vida”, afirma Maica Bouza, secretaria de Emprego de CC OO en Galicia. Los datos más altos de renuncia coinciden con las actividades con peores retribuciones. De media, la base de cotización en la hostelería en Galicia es de 976 euros, según los datos de la Seguridad Social, y la mitad del personal contratado no pasa de 1.056 euros. Solo se paga menos en actividades artísticas, recreativas y de ocio (918 euros). “En salarios de 1.000 euros al mes no puedes permitirte el lujo de estar diez meses, por ejemplo, cobrando el 70% a la espera de que la situación mejore –añade–. Es mejor tener un salario garantizado en otro lugar que una expectativa de vuelta a la normalidad con esos ingresos solo”.

Los cierres intermitentes en cada ola de la pandemia a los establecimientos de hostelería y los recintos comerciales agravaron la inestabilidad que sufrían de antes las plantillas de ambos sectores. “Si una persona entiende que su trabajo será el primero en caer, probablemente busque refugio en otro tipo de actividades que sean más estables”, apunta Carlos Montes, responsable de la sección de Psicoloxía do Traballo e das Organizacións del Colexio de Psicólogos de Galicia. La famosa “gran dimisión” que se está dando en EE UU evidencia “un cambio en la forma de concebir la participación en la sociedad salarial y, particularmente, en la actividad profesional”. “Si filtráramos esos datos, seguro que esas renuncias aquí se produjeron más en nuevas generaciones”, cree Montes.

Más entre los jóvenes

Y así es. La incidencia de los cambios y los abandonos de empleo a causa de la pandemia en Galicia supera el 8% entre la población de 16 a 29 años, mientras que en los de 30 a 44 años baja al 6,1% y no llega al 4% a partir de los 45 años. “¿Eso qué refleja? Algo que se estudia desde hace muchísimos años y que tiene que ver con el propio significado del trabajo”, argumenta Carlos Montes. “Las creencias, los valores e incluso las actitudes que desarrollamos hacia y dentro del trabajo variaron a lo largo del tiempo”, indica el también profesor de la Universidade de Santiago.

En el mercado laboral conviven generaciones diferentes con visiones y objetivos totalmente distintos. “Los baby boomers buscaban básicamente una posición dentro de la organización, aprendizaje, reconocimiento formal y una carrera estable en la misma empresa –remarca Montes–. Los millennials o la generación Z están más sensibilizados con la igualdad de género, los prejuicios, ya no tienen esa casi concepción de la ética protestante del trabajo de “ganar el pan con el sudor de tu frente” y son seguramente mucho más pragmáticos”. Quieren empleos en los que se puedan desarrollar profesionalmente, “pero también libertad, autonomía y un salario compatible con actividades que, digamos, son más propias de generaciones jóvenes, como viajar”. Entre los expertos se habla de “dimisión interna” también. No hay cambio de trabajo, pero “internamente sí se abandona, un proceso de desmotivación que se manifiesta a través del desgaste físico, el agotamiento, la cara más visible del síndrome del quemado”.

Buscar estabilidad

“Sin ser algo generalizado, sí aumentó la percepción de la gente sobre sus derechos laborales y, sobre todo, de la necesidad de tener un trabajo que le permita tener una estabilidad emocional”, asegura José Francisco Armesto, miembro del Foro Económico de Galicia. ¿Qué cambió? “Que antes nadie se atrevía a demandar porque tampoco éramos conscientes de esa necesidad emocional”, responde el economista. “Por eso –añade–, hay tanta gente que se decanta por el empleo público. En vez de demonizar tanto eso de “la gente quiere ser funcionaria”, deberíamos intentar rascar un poquito en las razones, porque incluso en muchos casos es una renuncia a un salario mayor en el sector privado”, recuerda Armesto.

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