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La hostelería, “desesperada” por la falta de trabajadores para reforzar plantillas

El verano, que se prevé de récord, sirve en bandeja el problema al sector, que acusa la escasez de personal cualificado y la ausencia de vocación

Un camarero, este domingo al mediodía, en un restaurante junto a la Catedral de Oviedo. | Irma Collín

Esta información ha sido elaborada por: Mariola Riera (Oviedo), Elena Díez (Oviedo), Marián Martínez (Avilés), Nel Oliveira (Gijón) y Luisma Díaz (Langreo)



Con el verano a la vuelta de la esquina, que además se prevé de récord tras dejar atrás las restricciones impuestas por la pandemia de covid en los dos últimos años, la hostelería asturiana –en realidad la de toda España en general– está desesperada porque no encuentra personal con el que reforzar sus plantillas. No hay gente a la que contratar. ¿El motivo? Un cóctel explosivo que va camino de convertirse en un problema nacional y que se resume en una falta de vocación y de interés por trabajar en un sector famoso históricamente por sus horarios interminables y sueldos más bien bajos.

Esto último con el acicate de que, tras la pandemia, “los valores en general cambiaron, la gente antepone estar más en casa, con la familia, busca teletrabajar y más conciliación”, algo que es imposible si uno se dedica a la hostelería. Así lo admite el presidente de la patronal Otea en Asturias, José Luis Álvarez Almeida, quien también añade otro factor: la fuga de extranjeros, muy numerosos en el empleo del sector tradicionalmente, pero que con la pandemia quedó sin trabajo y regresaron a sus países.

Dicho esto, el dirigente advierte: “La mirada siempre se pone sobre la hostelería, pero el problema es general a muchos más sectores, no solo este. Nosotros ofrecemos trabajo, empleo. Si no hay demandantes o a quien contratar, el problema es del sistema, de la administración, que es quien debe mirar a ver qué pasa y tomar medidas”.

Almeida también señala que en el verano “siempre ha habido problemas” para completar las plantillas y considera que la temporada asturiana de 2022 será como todas: “Aquí, en julio y agosto, en los últimos años, ya no cabe más gente. Debemos asumir eso. El problema es que si la afluencia de clientela fuera regular, podríamos tener plantillas estables todo el año. Pero nuestra particularidad es que fuera de estas fechas hay muy poca clientela y hay que ajustarse”.

Más allá que la falta de personal, hay otro problema: la cualificación, que cada vez escasea más. “En estas fechas podemos recibir entre diez y quince currículos al mes, pero la mayoría es de gente joven sin experiencia”, asegura Félix López, gerente de la cafetería Mayca de GijónChristian Valle, dueño de la sidrería Nueva Uría, remata: “El profesional veterano y bien pagado no se mueve del bar donde está”.

Reforzar el personal para el verano se pone cuesta arriba. “En nuestro caso tenemos una plantilla de siete personas cerrada durante todo el año y no contratamos para los meses de verano. Pero eso no quiere decir que la gente no venga en busca de trabajo. Tengo como 50 currículos acumulados en el despacho”, explica Max Ndiaye, gerente desde hace seis años de la cervecería Max de El Llano. Félix López comparte esta óptica, ya que a su juicio “no hay dificultades para contratar”, pero sí las hay para incorporar a personal cualificado que “te pueda resolver sin problema las horas puntas que se dan en los meses de julio y agosto. Creo que hay pocas ganas de trabajar en hostelería o que los que vienen no están acostumbrados, por eso sufren al gestionar ciertas situaciones”, remata el hostelero.

Respecto a la precariedad laboral que sobrevuela en el sector, López ratifica que “es una realidad que existe en muchos locales”. Esta realidad también es confirmada por el hostelero Christian Valle, quien asegura que “hay mucho pirata suelto que tiene trabajando a los camareros doce horas por mil euros y cotizando la mitad”. Sin embargo, para Valle la “mala fama del sector” es lo que lleva a que los demandantes de empleo de cara a verano sean reacios a entrar en establecimientos hosteleros para ganar un dinero extra: “Muchos se están yendo al sector de la construcción”.

En Avilés se están superando con creces todas las estadísticas de visitantes y los empresarios se preparan para una temporada estival fuerte. “Pero no hay profesionales”, se lamentan. Justo García, propietario del restaurante Yumay, no oculta que está “desesperado”. Su problema no se ciñe a que no encuentra camareros, sino que tiene que jubilar a una parte de su plantilla y no encuentra relevo generacional. “Antes había personas que se movían a lo largo del año, pero llegó la pandemia y la hostelería sufrió muchísimo. Buscaron trabajo en otro sector o se quedaron con las ayudas o qué sé yo. El caso es que no hay”.

Admite que “ya no se gana como antes”, porque “por semana está todo muy parado, se concentra todo en los fines de semana y en horas punta, durante el resto del día se mueve muy poco”. Y además, “han desaparecido las propinas, que antes eran un extra importante”. En su opinión, “la profesión de camarero es fundamental y muy poco reconocida, y para lo mucho que se trabaja, se puede pensar que no está suficientemente pagada, pero no se recauda como antes y eso también dificulta las cosas”.

Pilar Meana es la propietaria de La Cantina de Villalegre y también sufre. “Esto no se ve como una profesión, que además tiene mucho de vocación. Se ve más bien como un trabajo de último recurso. Hay pocos buenos profesionales y los que hay tienen empleo y están bien pagados, así que están muy cotizados”, explica. En su opinión, se da una circunstancia añadida, y es que “el trabajo de camarero está muy poco valorado, cuando es importantísimo”.

Limitaciones de apertura

En las cuencas mineras secundan la idea de la falta de profesionales especializados en hostelería. Es un hecho, lo estamos viviendo muchos empresarios”, sostiene el langreano Javier Fernández, propietario de varios establecimientos en el valle del Nalón, y presidente de Otea en Langreo. “Hay gente que no puede abrir todas sus dependencias porque no hay personal. O que concentra sus horarios, cerrando más tiempo, para tener abierto cuando haya más venta”. Fernández considera que no es algo exclusivo de la hostelería: “Ocurre también en otros sectores, el metal, la construcción”.

¿Se trabaja mucho y se gana poco en el sector? “Como en todos. Un camarero bien formado tiene un buen sueldo, gana bien. Otra cosa son los transportistas de platos. Pero un buen camarero, o un buen cocinero, gana, porque son apreciados”.

Fernández apunta además a algo que “puede no ser políticamente correcto, pero me parece que hay mucha gente ‘arreglada’. Me explico. Por la diferencia entre el salario social y el sueldo de un trabajo, no solo en hostelería, pues hay a quienes no les interesa trabajar, si no se tiene aspiración a tener una buena carrera laboral, a estar orgulloso del trabajo que se hace. Es algo que hay que arreglar”.

En la capital asturiana, más de lo mismo: de cara al verano, “todo está en el aire y hace falta sangre joven”. Se acerca la temporada de vacaciones y con ello aumenta la demanda de comidas; sin embargo, no hay suficientes camareros para cubrirla. “Cuanto más busca disfrutar la gente es cuando más tenemos que arrimar el hombro nosotros para cumplir”, explica el presidente de los hosteleros de la calle Gascona, Pedro Caramés. El Bulevar de la Sidra está sufriendo esta escasez de plantilla que, según explican, se debe a dos fenómenos: el “boom” de trabajo en la zona costera, que resulta más apetecible para potenciales camareros, y la falta de jóvenes. “No hay chavales que quieran aprender e iniciarse”, afirma Juan Cuesta, gerente del Llar de la Catedral.

“A los 18 antes era indispensable sacar el carné, ahora supone un gasto innecesario”, ilustra Caramés. Aun así, explican que es algo extrapolable a otros oficios, ya que los proveedores de estos negocios están pasando por la misma sequía. “Creo que influye la reforma de la ley laboral, la normativa de terrazas, la situación poscovid…”, dice Casto Fano, de la Asociación de Hosteleros del Casco Histórico, aludiendo a que los propios establecimientos están pendientes de todo cuanto acontece.

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