El cálculo de ayudas a los hogares del campo en Ucrania que hizo la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la FAO por sus siglas en inglés, quedó en papel mojado en apenas un mes. Se necesitan “urgentemente” alrededor de 115,4 millones de dólares, unos 107 millones de euros, según la estimación publicada ayer por el organismo, que el pasado 11 de marzo hizo “un llamamiento interinstitucional” para apoyar con 50 millones a 376.700 familias que trabajan en el sector durante este año.
“A medida que el acceso a los alimentos y su producción y disponibilidad general se deterioran en buena parte de Ucrania a consecuencia de la guerra, los esfuerzos para apoyar la producción agrícola y el funcionamiento de las cadenas de suministro alimentario serán esenciales para evitar una crisis alimentaria en 2022 e incluso en 2023”, aseguró Rein Paulsen, director de la Oficina de Emergencias y Resiliencia de la FAO, que admite la “preocupación inmediata” por salvar la temporada de siembra de la primavera y evitar el desastre en la próxima cosecha de invierno.
El granero de Galicia
La agricultura juega “un papel fundamental” en el país para la protección de la seguridad alimentaria, pero también como medio de vida. Del granero de Europa procede el 40% del maíz usado por la industria de los piensos en Galicia. La invasión rusa empezó el 24 de febrero y ese mes, con la gran tensión que se vivió los días previos a los primeros ataques, acabó ya en blanco. Fueron momentos muy complicados para las fábricas de alimentación animal en la comunidad, donde cundió el pánico ante el desabastecimiento. “El suministro está ahora controlado”, apunta Bruno Beade, director de la Asociación Gallega de Fabricantes de Alimentos Compuestos (Agafac), superado también el golpe contundente del parón de parte de los transportistas. El sector tira ahora de la producción de Rumanía, Canadá y “algo” de EE UU, a la espera de la llegada en mes y medio de la cosecha de Brasil, destinado a convertirse en uno de los principales mercados de abastecimiento tras la decisión de la UE de flexibilizar las restricciones al comercio internacional de cereales por el empleo de determinados fitosanitarios.
“Lo que no cambió fue la tensión en los precios”, indica Beade. La tonelada de maíz ronda los 400 euros, un 70% más que hace dos años. Agafac descarta que la situación vaya a mejorar a corto o a medio plazo.
Maíz, cebada y trigo
Las importaciones de Galicia de cereales en febrero se multiplicaron por siete en comparación con el mismo mes de 2021. El saldo ascendió a 22,3 millones de euros, según la Secretaría de Estado de Comercio. La partida de maíz, materia prima fundamental de los piensos, rondó únicamente el millón de euros. La de cebada, con origen en Alemania y Francia, superó los 7,1 millones de euros; y la de trigo destinada a consumo humano alcanzó los 14,1 millones con Letonia como mercado principal.
Lo que sí se mantuvo en el flujo comercial entre Galicia y Ucrania fue el aceite. Fue el producto más relevante del mes, cerca de 10 millones de euros (de EE UU vino el doble, 22 millones), el 81% del total de las importaciones desde el país en febrero (12 millones). El mes anterior dejó un volumen de compras disparado, 56 millones de euros, probablemente por el acopio de los sectores más expuestos al negocio con Ucrania en la antesala de la invasión.
Los combustibles
Las exportaciones de Rusia a Galicia rondaron los 14 millones de euros. El 14,6% fueron máquinas y aparatos mecánicos; otro 20% abonos; y por encima de la mitad (54,6%) los combustibles y aceites minerales. El país se aleja de los puestos de cabeza en el mix de suministro energético. Cubrió el 2% de las compras de petróleo y gas de la comunidad en febrero, que superaron los 391 millones de euros. El 35% vino de EE UU, el 16,6% de México, el 13,4% de Libia y el 11% de Reino Unido. Bélgica y Dinamarca aportaron más del 5%.