Galicia encabeza la subida del paro en el primer trimestre del año con una destrucción de 21.200 puestos de trabajo, según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA).
En esta ecuación, resulta imposible separar la variable de la pandemia. No solo por el desierto de ofertas que deja en el mercado laboral sino por la cantidad de empresas que no han visto otra que bajar la persiana. Entre enero y marzo el paro subió en 15.700 personas en la comunidad. Transcurrido un año desde que irrumpió el coronavirus, el total de desempleados se eleva a 158.300. Las consecuencias de la crisis sanitaria asedian a uno de los eslabones más débiles de la cadena, los empleados.
Hace cosa de un año y medio que Vulcano cerró sus puertas. Un proceso que dejó a casi setenta trabajadores del astillero en un limbo al encarar el proceso de liquidación. Hubo comprador, y Vulcano se convirtió en astilleros San Enrique. Sin embargo, tan solo cinco empleados recuperaron su trabajo anterior el pasado febrero. Uno de ellos fue Francisco Guizán, gruista desde hace cuarenta años y padre de familia, que relata la dureza, también a nivel anímico, que supusieron los meses de desempleo.
"Eres un empleado humilde que viene a hacer tu trabajo, pero no te sabes manejar en este mundo de tiburones. Te genera impotencia”
La incorporación al astillero en febrero de este año “me alivió el problema de ansiedad. Entre la pandemia y la situación de incertidumbre” la vuelta al trabajo supuso un revulsivo a nivel personal. “Me sentó bien, también por el contacto con la gente”, explica Guizán. Fueron, y todavía, son meses de lucha después que el Supremo retirara el derecho de usufructo sobre parte de los terrenos que ocupaba el astillero. Como parte del comité de empresa, a este gruista le sobreviene una sensación de impotencia por sus compañeros todavía en desempleo. “Eres un empleado humilde que viene a hacer tu trabajo, pero no te sabes manejar en este mundo de tiburones. Te genera impotencia”.
Guizán volvió al trabajo en el astillero, igual que otros cuatro compañeros. “Lo afrontó con alegría, aunque nos han rebajado las condiciones económicas”, reconoce. Y, ciertamente, la idea inicial era que se incorporaran a la nueva San Enrique 23 ex trabajadores de Vulcano, pero eso fue así. Es el caso de Cristian Dacosta, que entró con 22 años en el astillero como coordinador eléctrico. “Toda mi familia había trabajado en Vulcano”, relata un empleado que a sus 35 años cuenta en esta empresa toda su carrera profesional.
"Toda mi familia había trabajado en vulcano"
Dacosta afrontó la situación de desempleo que dejó la liquidación de Vulcano ampliando su formación en automatismos. Esperando, en parte, a que la situación mejorara, en parte, postergando la búsqueda de empleo. Una idea a la que la sentencia del Supremo puso fin. “Estoy activamente buscando trabajo, pero con la pandemia está todo mucho más complicado”, explica. Desde septiembre no le ha quedado otra que recurrir al subsidio por desempleo. Busca en el sector de automoción o en conserveras. Tanto es así que, para tal fin, se ha sacado el título de manipulador de alimentos. “El naval está muy difícil”, confiesa Dacosta.
En el sector de la hostelería o los viajes la cosa no está mucho mejor. Lo refleja la situación de Daniel Saavedra, quien hasta noviembre trabajaba en un bar. O la de Xabier Boado, al que la pandemia dejó sin su puesto en la carga del aeropuerto.
“Primero ERTE para arriba, ERTE para abajo. Luego, con las restricciones de horario hubo recorte de personal
Fue después de enlazar varios ERTE que Daniel Saavedra se convirtió en uno de los afectado por los recortes de personal del bar en el que trabajaba. Él y otros dos compañeros vieron rescindidos sus contratos de una plantilla de nueve personas. “Primero ERTE para arriba, ERTE para abajo. Luego, con las restricciones de horario hubo recorte de personal”, cuenta este joven de 30 años, realmente formado como mecánico.
Desde que a los 16 años dejó la secundaria, siempre trabajó, y no solo en la hostelería. Así que para hacer frente los dolores de cabeza que le suponen los meses de incertidumbre entre pandemia y desempleo se plantea dar un giro profesional y estudiar una nueva formación. “Quizás en los eólicos”, dice Saavedra. “De eso creo que va a haber un montón de curro”. Aunque no descarta volver a la hostelería si la ocasión aparece.
Boado asumió que el empleo en el aeropuerto sería algo temporal después de que la demanda de trabajo como protésico dental cayera en picado. “Llevo mal no hacer nada. Soy una persona activa”, afirma. En el trasiego de los viajes estuvo un año hasta que la pandemia envolvió en ERTE, primero totales, luego parciales, su jornada laboral. Los cobros por parte del SEPE fueron irregulares, asegura, ya que las horas de trabajo dependen de los vuelos que haya en el aeropuerto.
"Si tuviera hijos lo estaría pasado mal”
Hasta que el pasado diciembre el sustento de este joven de 30 años quedó pendiente de la prestación por desempleo. Boado trata de visualizar nuevas oportunidades y plantea estos meses de tierra quemada para el empleo como un momento para preparar una oposición. “Si tuviera hijos lo estaría pasado mal”, reflexiona.
“Estoy inscrita en todas las ofertas. Las facturas no dejan de llegar”
Sí tiene hijos a cargo Nataly Maggiorani. Trabajaba de teleoperadora pero por concatenación de contratos se quedó desempleada. “Este mes me termina la prestación por desempleo”, cuenta mientras relata como echa currículums a todas las vacantes de trabajo que encuentra.
“Estoy inscrita en ofertas de todos los sectores. En lo que caiga porque las facturas no dejan de llegar”
La pandemia también dejó en desempleo a José Antonio Iglesias. Su currículum como comercial es extenso pero sus 58 años, asegura, están suponiendo un inconveniente para encontrar trabajo. Se formó en informática, también otras derivadas de ventas. Pero ahora, “veo la situación cruda”, opina Iglesias.
Pese a estas circunstancias, la perspectiva de Maggiorani es la de “no perder la calma”, dice. En los últimos días a su pareja la han llamado para incorporarse a un empleo, lo que le confiere cierto alivio ante esa “zozobra de que pase el tiempo sin una estabilidad”.