El gigante despierto de Porriño

Piezas para molinos y hornos en el interior de la calderera Citic Censa, en Porriño. / Ricardo Grobas
La nave de treinta metros de altura se alza imponente en medio del resto de instalaciones que se diseminan en el polígono de A Granxa, en Porriño. En color verde, los 70.000 metros cuadrados se ocupa se hacen todavía más grandes poniendo un pie en ellas. Las naves tienen delante, justo en la entrada, un singular edificio que sirve para la recepción de los clientes y visitas, además de como base de operaciones para los responsables de la firma. Entre ambos, y de fondo, se escucha el singular sonido que deja el acero golpeado, agujereado y moldeado con una mezcla de mimo y dureza. Tras los grandes portalones abiertos, operarios ataviados con casco, auriculares antirruido, mono y botas protectoras pasan de un lado a otro. Superada la garita de seguridad y ya a la sombra de una de las naves que componen los 40.000 metros cubiertos de los 70.000 que ocupa, se entra en la mayor factoría de calderería pesada del país (y de las mayores del mundo). Citic HIC Gándara Censa es imponente por fuera y por dentro, con las grandes piezas para el sector offshore, el nuclear y, por supuesto, el de la minería, diseminadas entre las diferentes fases productivas. En este último nicho la firma cerró recientemente el mayor pedido de su historia, para una megamina rusa, lo que dará carga de trabajo hasta 2023. Lo hace, además, en el año en el que se cumple el décimo aniversario del desembarco del gigante chino Citic Heavy Industries, con los números en verde y con la idea de crecer. Eso sí, con muchos retos por delante, principalmente la diversificación de la actividad o la mejora de la logística que, como reconoce el CEO Juan José Agulla, “es un problema brutal”.
La historia de la calderera es la de la continua búsqueda de la estabilidad. As Gándaras de Budiño vio nacer la firma en 1987 con un capital social de 10 millones de pesetas (60.000 euros) y bajo la denominación de Santaz Censa pasó por las manos de Duro Felguera o del astillero vigués Factorías Vulcano hasta el año 2000. En ese momento fueron los propios trabajadores de la planta los que fundaron una Sociedad Anónima Laboral (SAL) y decidieron tomar las riendas de Gándara Censa. Y así fue, hasta que apareció Carlos Mouriño. El empresario se hizo con el 51% de los títulos a través de su firma Inverhismex.

Uno de los operarios de la factoría. / Ricardo Grobas
Con el actual presidente del RC Celta como accionista mayoritario, y junto a la consultora CIP (25%), la empresa compostelana Puentes y Calzadas (17%) y socios minoritarios (con el 7% restante), la empresa vivió un repunte en la actividad. En esa época alcanzó los 300 trabajadores, casi el doble que en la actualidad, y logró despertar el interés de todo un gigante: el China International Trust and Investment Corporation, Citic Group, una de las firmas más importantes del país asiático.
Su logo rojo, hoy diseminado por muchos de los rincones de la factoría porriñesa, entró en Galicia en 2011 a través de su filial Citic Heavy Industries (Citic HIC) tras la adquisición de la compañía, valorada en casi 50 millones de euros.
Las promesas de crecimiento, sin embargo, no se cumplieron como se esperaba. Los primeros años de Citic en Porriño fueron difíciles, con la pérdida de los principales clientes, la caída drástica de los pedidos y un camino por el desierto plagado de números rojos. Con inversiones por el medio de 40 millones de euros para modernizar y ampliar la planta, dos ampliaciones de capital y el cambio en la dirección con la llegada de Agulla, Citic Censa peregrinó en una crisis constante que no revirtió hasta 2019.
Una década después
Diez años después de la venta la empresa lleva dos anualidades cerrando en positivo con importantes pedidos en el sector de la minería, del offshore o incluso en la industria nuclear, las tres principales patas en las que se asienta su crecimiento. De hecho, ni la pandemia de COVID frenó la buena racha en A Granxa, que logró esquivar la crisis con pedidos para empresas que se dedican, por ejemplo, a realizar la cimentación de las instalaciones de eólica mar adentro.
Los pedidos para el mercado offshore cubrieron la carga de trabajo que dejaron las minas, que sufrieron el impacto de la crisis sanitaria mundial. Pero en la segunda mitad del año pasado y en el comienzo de este la situación mutó. En los primeros meses de 2021 Citic Censa fue incrementando los contratos para realizar algunos molinos de minas de Canadá, Rusia o Chile, pero el colofón llegó con una megapedido, el mayor de la historia de la calderera, para la que se convertirá en la mayor mina de cobre del mundo.
El encargo, publicado en exclusiva por FARO esta semana, supone más de 17 millones de euros al tratarse de todos los molinos, 12, para una única mina. Estará cerca de Ekaterimburgo (situada 1.400 kilómetros al oeste de Moscú) y será explotada por la compañía Russian Copper Corporation. “Pero nuestro cliente directo son las ingenierías”, explica Juan José Agulla desde la propia factoría.
El CEO de la firma recuerda que en el mundo tan solo tienen cuatro clientes en el sector de la minería. “Además tenemos otros dos en el de offshore y dos más en el sector nuclear”, explica mientras un operario, de fondo, une las diferentes piezas de un horno que será enviado a Australia. Al otro lado de la nave, otros trabajan en un molino que se empleará para moler las rocas extraídas de una mina. Para hacerlos, los operarios cortan los grandes bloques de acero llegados desde la firma alemana Dillinguer, unen las piezas resultantes y las curvan para darles forma. Posteriormente se procede a la soldadura, el recilindrado y se somete a temperaturas de 600 grados durante 24/48 horas para su posterior mecanizado.
En el caso del pedido para Rusia, la empresa realizará 32 cilindros “de entre 80 y 90 toneladas” para formar los 12 molinos. “Garantizamos una vida útil de un mínimo de 25 años, pero tenemos equipos funcionando con más de 50”, resalta Juan José Agulla desde la propia factoría.

Juan José Agulla
Retos
El gran encargo, sin embargo, no es el único de Citic Censa. Como tampoco lo serán los tres sectores en los que principalmente trabajo. La idea de Agulla y su equipo es la de diversificar, como le reclaman desde los sindicatos. “Esperamos que a lo largo del año podamos entrar en otros sectores de la energía”, comenta el CEO, “en concreto, la hidráulica y las energías verdes”. El objetivo dice, es participar en la reconversión y apertura de nuevas presas. “La expectativa es que crezca la demanda”, resume.
Y si la diversificación es un reto, otro todavía mayor es el de la logística. En la parte de atrás de la nave de 30 metros de alto, Citic Censa tiene 10.000 metros cuadrados de espacio para almacenar las piezas fabricadas y terminadas antes de enviarlas al puerto. Para ello, tienen que hacerlo por la noche y en función del tamaño y peso, pueden hasta tardar dos días en llegar. Dos noches para recorrer poco más de 25 kilómetros, descansando a medio camino, en Puxeiros. “Ahora mismo vamos a pagar una reforma en una rotonda de Porriño porque no pasamos con algunas piezas”, lamenta el dirigente pontevedrés.

La factoría de Citic Censa en Porriño. / Ricardo Grobas
En su día la firma llegó a valorar una posible compra de las instalaciones de Factorías Vulcano, pero la idea se descartó rápidamente. “Tiene dos problemas: no tiene espacio suficiente y no tiene capacidad de calado para recibir barcos que carguen nuestras piezas; no le vimos ninguna ventaja”, explica. ¿Qué le queda a Citic Censa? Negociar con el Puerto de Vigo. “Necesitamos espacios enormes en una esquina del puerto para ir bajando las piezas, porque no podemos bajar un pedido entero en un día o incluso en una semana, pero es carga en tránsito”, recuerda Agulla.
La previsión que manejan el CEO y su equipo, con Ana Alonso como vicedirectora general, es que el crecimiento de los dos años previos se extienda también a los próximos, amortizando la inversión realizada por Citic y sorteando los problemas logísticos que los tienen “atados” a la gran infraestructura porriñesa y al espacio. “Tenemos una enorme inercia”, reconoce Agulla.
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