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El año en que las orquestas dejaron los escenarios

Los tres músicos del trío Azar, con el camión escenario. | // ALBA VILLAR

Reina el silencio donde antes había bullicio en estas citas estivales que, en torno al atrio de una iglesia, congregaban a locales y visitantes. Las verbenas, esas fiestas de las parroquias, aspiraban a ser reconocidas como bien de patrimonio cultural. Ahora, a penas resuenan los pasos de un pasodoble amarrado a la salida de misa o los saltos enérgicos a horas intempestivas. Fue cuando las orquestas, grupos, tríos y dúos musicales que trazaban las rutas nocturnas de los veranos gallegos se vieron relegados a una suerte de limbo temporal, que hicieron de los imponderables costumbre. Cuentan un año con las furgonetas y los trailers parados, las luces apagadas en un cajón, la ropa de gala en el armario y las actuaciones canceladas. Los instrumentos, ocultos, cogen polvo, los ensayos ni siquiera son una opción.

De un momento a otro, levantar el teléfono era sinónimo de recibir cancelaciones, aplazamientos… “No lo llegas a asimilar”, explica Melodía Rubio. Melody es su nombre artístico. Con su marido, Manuel Pérez, y una tercera integrante, conforman el trío Azar. “Parecía que iba a haber fiestas. Luego suspendieron todo. Pasaban los días y sólo recibíamos, llamada tras llamada, diciendo que había que cancelar”. Lo peor de ver suspendidas las 40 galas que tenía planificadas la orquesta D’Lider el pasado verano, es el desvelo de la falta de ingresos. Con la pandemia fueron muchos los que encontraron en su bolsillo el desconsuelo. Tanto, que José Novoa, conocido como Prosy por su nombre artístico, no es capaz de plantear el porvenir de trío orquestero en verano. Porque el mañana tiene las ventanas tintadas y el presente pende de un hilo.

Los integrantes del trío D’Lider posan con un altavoz. | // ALBA VILLAR

Prosy es padre, igual que su compañera María Rúa. Ser artista les dejó fuera de cobrar cualquier prestación por ERTE. También lejos de cualquier ayuda hasta que, en los últimos días, se aprobó una subvención para este colectivo. Para no precipitar el desenlace, sus compañeros, como él dice, “se sacaron las castañas del fuego” para dar con otra vía de ingresos. Encontraron otro empleo en la hostelería, en alguna fábrica o en un supermercado, al menos para salvar el bache. “Tuvieron suerte” opina Prosy, “no hay trabajo. Está todo parado”.

Aprendieron a maldecir las horas muertas de una pandemia que no deja de contar olas. Y para sobrellevar la indigesta letanía, Melody se atrevió con un curso de estética. Llena sus tardes de formación en compañía de una de sus compañeras del otro trío orquestero del que forma parte: Extra. No saben lo que es tener un sábado libre. Mucho menos en temporada de verbenas. Con la anticipación de costumbre, cuando llegó la pandemia, ambos grupos estaban preparando las actuaciones que llenarían de ritmo los campos de las fiestas. Quizás el estilo pop-rock, de los setenta y ochenta del repertorio de Prosy sea más apto para esas más que posibles fiestas con distancia de seguridad. “Es música más para escuchar que para bailar”, explica. En un ejercicio de realismo, Melody, descarta esa propuesta, aunque defiende que se trata de eventos, al fin de cuentas, al aire libre. No necesita más que remitirse a las exiguas actuaciones del pasado verano. “La gente estaba sentada, pero tenía ganas de fiesta”, recuerda, “en las sillas los tornillos iban a cien”.

"Queremos ser un sector esencial. Son 7.000 familias las que viven de esto"

Miguel Díaz - Grupo América de Vigo

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Cambio de formato

“Cualquier orquesta que vaya a preparar un espectáculo en formato COVID, tiene que hacerlo muy visual porque la gente no está bailando. Supone infraestructura, trabajo de ensayo de escenografía, trabajo musical. Eso no se prepara de un día para otro”, enumera José Antonio Blas, gerente de la orquesta París de Noia. Con 32 empleados en ERTE y “una deuda tremenda” se encomienda al avance de la vacunación y al año santo. “No sabemos si podremos trabajar ni en que formato”, apunta.

Lo que pueda suceder, si habrá verbena, si se podrán mover las caderas y celebrar la festividad local no se desvelará hasta verano. Esperan, con otros trabajos por si acaso, un trocito de normalidad que les permita continuar con el espectáculo. “El grupo América tiene 60 galas firmadas para este año en los pueblos, a condición de que nos den permiso para hacer la verbena”, explica Miguel Díaz, fundador del grupo América de Vigo. Son 11 músicos, de entre 30 y 50 años, con familias. Vivían expresamente dedicados a la música. Y ahora su gran esperanza son dos actuaciones apalabradas en el Auditorio Mar de Vigo. “Vivimos de esto”, incide Díaz. Todos esos fantasmas, debajo de la cama, se cuelan en sus sueños.

"Llevamos un año sin ningún ingreso. Esperábamos que 2021 fuera distinto"

José Antonio Blas - París de Noia

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Puede que las orquestas suenen y las fiestas tengan aforo. Puede que bailar sentado forme parte de la nueva normalidad. Puede que, incluso, en su nueva ocupación, los músicos sean reticentes a volver de gira. “Puede que este año algunos componentes no quieran arrancar con la orquesta”, cuenta Peque, cantante de la formación Fórmula. “Encontraron otros trabajos con nómina. Con un trabajo fijo todo el año”.

Porque en la letra pequeña de las actuaciones de este año está la rentabilidad. A un conjunto musical como Fórmula, no le compensa afrontar una gira con pocas actuaciones. “Nos quita el sueño. No nos vale la pena arrancar para diez bolos”, explica el cantante de la orquesta que, este año, se ha animado a emprender su propio negocio. en Villagarcía

De mil sillas se ocuparon 200 en las pocas funciones del pasado verano. A pesar de la pandemia, de los asientos y del aforo, la orquesta no dejó de tocar. En los meses de confinamiento, el trío Azar amenizó las tardes de reclusión a sus vecinos. Sus ansiadas ansiadas actuaciones musicales fueron consuelo para muchos. Dijeron: “que no pare la orquesta”. Y la orquesta no dejó de tocar.

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