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Un año con la vida en suspenso

Carlos Veleiro, Leticia Roca y Vera Martínez, trabajadores afectados por un ERTE

Galicia cerró el segundo mes del año con más de 47.200 empleados en ERTE. Es personal del ocio, del sector de viajes, de salas de concierto o discotecas. Afrontan el día entre la búsqueda de empleo, los fallidos intentos de contactar con el SEPE o pendientes de las propias prórrogas de los ERTE. A medio camino entre la incertidumbre y el golpe económico.

Cada prórroga de los ERTE, a menudo en el tiempo de descuento, se ha convertido en una prórroga de la incertidumbre de los trabajadores afectados. Un aplazamiento de su propia vida. Debe haber otra forma de vivir pero parece que, desde el pasado marzo, todos sus planes y anhelos han quedado atrapados entre los corchetes de un paréntesis.

La mitad de los trabajadores que hoy se encuentran en este suspenso vital y laboral, algo más de 400.000 de casi el millón que se cuenta en España, empezaron su periodo ERTE hace casi un año. Era marzo, se oía hablar de una ciudad apartada que había postergado su frecuente trajín: Wuhan parecía tan lejos... Hasta que llegó el estado de alarma y los ERTE se convirtieron en un habitual. Más de 47.200 gallegos se encontraban en este suspenso temporal y laboral este febrero, casi un año después.

Por que detrás de cada ERTE hay una vida en colgada: alguien que abre el ordenador esperando noticias. Que se replantea, varias veces al día, los pasos que ha dado en su trayectoria. Que planea escapatorias fugaces confeccionando senderos que atienden a cuestiones de probabilidad. Que dibujan futuros.

Leticia Roca, empleada del sector viajes en ERTE FDV

“Recibimos las confirmaciones del equipo de recursos humanos de que seguimos en ERTE, con emails de personas que no conocemos, cero contacto con los jefes”

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Leticia Roca empezó el estado de alarma con unas jornadas de teletrabajo que, pronto se convirtieron en ERTE. Y hasta hoy. Ella, trabaja en una compañía del sector turístico: “una suerte de intermediaria entre agencia de viajes y hoteles”, cuenta.

En todo este tiempo, la comunicación con la compañía ha brillado por su ausencia, a excepción de emails contados con desconocidos. “Recibimos las confirmaciones del equipo de recursos humanos de que seguimos en ERTE, con emails de personas que no conocemos, cero contacto con los jefes”, explica la joven de 26 años.

A expensas de saber si seguiría trabajando o no, siguió pagando las mensualidades de su piso. Finalmente volvió a casa de sus padres, “porque no tenía sentido seguir con un alquiler”. No tenía sentido con el 70% del salario que ingresa en el ERTE.

Va a cursos del SEPE, a cursos de idiomas y, sin dilación alguna, busca ofertas de trabajo “es un poco desesperante porque no hay nada”, cuenta Roca. Pero esta perseverancia llega después de una época que califica de “dura”. Al fin y al cabo, fueron meses complicados, de ansiedad, de incertidumbre, como para tantos otros. “Ahora me siento capaz de hacer un curso y centrarme. Antes me costaba”, reconoce.

Por que quien se encuentra en suspensión temporal de empleo ejercita su capacidad de proyectar otras posibles vidas, varias veces a la semana. Las de después de la pandemia y las de antes. “Te preocupa que no cobras este mes, que no te han dado de alta en el SEPE, estás desconectada de la empresa”, incide.

Vera Martínez, encargada y RRPP

“Se lleva mal al principio. Luego vas readaptando tu vida. La inactividad es dura”

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Vera Martínez era encargada de varias discotecas en Vigo. La plantilla se vio abocada a la suspensión de empleo el 13 de marzo. A diferencia de Roca, ella ingresó su ERTE de forma regular. “Se supone que cobramos el 70% de nuestro sueldo”, explica, “eso en el mundo de la noche es una utopía. Estoy cobrando el 15% de mi sueldo real”, revela, veladamente, los pagos en negro.

Fue el ERTE el detonante para que esta encargada, de 50 años, denunciara a su compañía. “Llevo tres años de encargada y, desde el principio, luchando por que la nómina refleje las horas que hago y lo que gano”, explica Martínez. Hasta la pandemia se vio envuelta en una vorágine de excusas.

Ahora busca trabajo activamente, pero “es prácticamente imposible”, asegura Martínez que recorre las listas de portales de empleo. Estos meses no han sido sino de resistencia: “se lleva mal. Sobre todo al principio. Luego vas readaptando tu vida”, revela Martínez, “la inactividad es muy dura”.

El ocio nocturno lanza su enésimo SOS en Vigo

El ocio nocturno lanza su enésimo SOS en Vigo Mar Mato

Porque desde marzo, sobra el tiempo para montar y desmontar proyectos. “Soy actor decadente, cómico y relaciones públicas” se presenta Carlos Veleiro buscando la risa cómplice. Lo suyo es la noche, la gente, las cenas espectáculos de un club vigués, hasta el pasado marzo que entró en ERTE.

Toda comunicación con el SEPE ha sido fallida, cuenta. Este actor percibe un 70% de su salario y, mientras la suspensión temporal de empleo continúe, “por cuestión de supervivencia, se plantea un cambio de sector.

Carlos Veleiro, actor y relaciones públicas. // Alba Villar

Su sentido del humor es su carta de presentación, la manera en que escoge ver la vida. Sin embargo, no esconde su tristeza por haber tenido que volver a casa de sus padres a sus 40 años por falta de ingresos. “La gente está pasándolo mal”, dice y se lamenta de haber recurrido a lo que llama “economía de guerra”, en forma de apoyo de amigos y familiares.

Igual que Martínez, este trabajador de la noche no prevé que el ocio nocturno vuelva a recuperar toda su actividad hasta 2022.

“Nos manifestamos por muchas cosas pero al ocio no le damos la importancia que tiene”

Paula peña - Monitora

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El ocio en todas sus fórmulas es el que aqueja la mayor parte del golpe de la pandemia. Lo cuenta Paula Peña, empleada de la compañía de ocio para niños Terraventura. Lo que en un primer momento era un ERTE para quince días se convirtió en meses.

Como monitora pasó de atender unos seis cumpleaños al día a ninguno. La suerte, como dice ella, quiso que pudiera compaginar esta suspensión de empleo con un trabajo en una escuela infantil. Pero lejos de redundar en su beneficio “pasé a cobrar muy poco. Cobraba 100 euros de ERTE porque me hacían el cómputo de horas y me lo descontaban” analiza esta joven.

“No le quedó otra”, afirma, que buscarse la vida. Ya en verano, lo encontró en un campamento para niños: “me salió y doy gracias. A mis compañeros no, y están en una situación complicada”.

Como para otros, la incertidumbre supuso un reto mental adicional. Y, como tantos, busca otro empleo que le confiera seguridad, un futuro.

Todos ellos, hacen un arte de reinventar su potencial, de hacer acopio de optimismo y prever escenarios, en un bucle de incertidumbre. Así, intercalan horas al teléfono en la misión de dar con un interlocutor del SEPE, y pendientes del Gobierno, de las prórrogas de los ERTEs, en el tiempo de descuento.

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