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Una empresa viguesa vende el exyate de lujo de John Palmer, cerebro del "robo del siglo"

Las ofertas, que recibe Zarpas Catamaranes, a partir de 400.000 euros

El “Brave Goose of Essex”, en la dársena coruñesa de Oza. | // CASTELEIRO / ROLLER AGENCIA

El Ganso Valiente, el yate de lujo que durante años fue uno de los incontables caprichos que se dio John Palmer, está a la venta desde hace un mes. Un despacho de abogados gallego gestiona los trámites de una operación valorada en 400.000 euros. El Brave Goose of Essex, construido hace medio siglo, permanece atracado en la dársena de Oza de A Coruña a la espera de que se concrete y, sobre todo, formalice la mejor oferta. “Si conoce a alguna persona interesada en su compra dele mi teléfono”, nos traslada un portavoz de la empresa viguesa Zarpas Catamaranes, que ha colocado en el mercado una embarcación que durante un puñado de años estuvo amarrada en la dársena de Los Llanos de la capital tinerfeña. A Palmer se le atribuye la planificación del robo, en 1983, de más de 3.000 kilos de oro en el aeropuerto londinense de Heathrow. Fue absuelto por falta de pruebas; mantuvo, hasta su muerte, el apodo Goldfinger (dedo de oro).

Varias personas se han interesado en su compra, aunque a día de hoy no se descarta que alguna de esas propuestas esté asociada al hecho de conocer de primera mano cómo es el barco que albergó las jornadas de mayor gloria del británico –cuenta con cuatro camarotes con capacidad para ocho personas y puede llegar a navegar con una tripulación de siete personas a una velocidad media de 11 nudos por hora– que fue reparado a fondo hace 30 años, mucho tiempo después de que se produjera la última detención de John Palmer en España (junio de 2007).

Precio de saldo

En sus mejores días el barco estuvo valorado en seis millones de libras esterlinas, pero su precio se ha devaluado debido a los embargos judiciales que cercan al entorno más próximo al difunto John Palmer. Su excompañera, Christina Ketley, llegó a cerrar una operación de compra por 74.000 euros antes de que los letrados inmovilizaran este patrimonio para saldar los pagos a las más de 200 víctimas de las operaciones de time-sharing (una estafa turística de alojamientos de tiempo compartido) que denunciaron las prácticas mafiosas del estafador británico.

El Brave Goose of Essex, en Tenerife

El casco de El Ganso Valiente es de acero, tiene montada una estructura de aluminio y la cubierta es de teca. Además de contar con un comedor interior y otro exterior, tiene instalado un spa. La embarcación llegó a ser una pieza estratégica en la pujante economía de Goldfinger, un despacho flotante que siempre estuvo en el punto de mira de los investigadores: en distintas ocasiones se montaron operaciones de seguimiento para fotografiar a las personas que se reunían en el yate en un punto intermedio entre Tenerife y Gran Canaria.

Goldfinger: “Recuerda la regla de oro; quien tiene el oro, hace las reglas”

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El patrimonio que Palmer reunió desde su base de operaciones canaria es incalculable, pero en 2004 la BBC difundió en una información que giraba en torno a todas sus jugarretas financieras que su fortuna personal era igual de valiosa que la de la Reina de Inglaterra. Los investigadores probaron que su índice de beneficios durante su etapa canaria superaba de largo los 600 millones de euros.

Patrimonio mayúsculo

Pero El Ganso Valiente no era el único antojo que se dio el mafioso cuando se convirtió en el rey Midas del time-sharing en Europa –al margen de las operaciones fraudulentas que se denunciaron en Adeje, Arona y Maspalomas, otra pata de su imperio maduró en la Costa del Sol–, ya que en el inventario de su fortuna al menos aparecen más de media docena de complejos turísticos en el Archipiélago, un jet privado, dos helicópteros, un castillo localizado en Francia que disponía de su propio campo de golf y diversas mansiones en Reino Unido, además de unas pistas que conducían directamente al paraíso fiscal de las Islas Caimán que se salvaron entre los rescoldos de uno de los numerosos incendios que sufrieron sus oficinas en el sur de Tenerife cada vez que la Policía le pisaba los talones.

Palmer siempre defendió que él no desembarcó en España hace 35 años con una mano delante y una detrás, pero su turbio pasado británico lo convirtió desde el minuto uno en un objetivo prioritario para los detectives británicos y, a partir de 1985, españoles. Su vida oscilaba en torno a los movimientos áureos de un exjoyero que encontró una nueva salida profesional en los negocios inmobiliarios de dudosa reputación.

El leitmotiv de su existencia estuvo vinculado siempre con su oficio, con aquel gran robo registrado en el aeropuerto de Heathrow (Londres) semanas antes de instalarse en Canarias y con una efervescente trayectoria en el Archipiélago que ayudaron a ganarse a pulso el apodo de Goldfinger. “Recuerda la regla de oro; quien tiene el oro, hace las reglas”, hizo grabar en una placa que atrapaba las miradas de las personas que visitaban su despacho.

Palmer, un laberinto de delitos

Pocas personas pueden presumir en España de haberlo conocido y tampoco son muchas las que se cruzaron con él en vida. La historia de John Edward Palmer (1950-2015) siempre se movió entre la realidad y la ficción. Su sombra de hombre peligroso le acompañó a lo largo de una existencia salpicada por una alta actividad delictiva. La lista es interminable. Todo empezó en 1983, cuando su nombre quedó grabado a fuego en las diligencias abiertas a raíz de un robo en el aeropuerto de Heathrow. Lo que vino después, una vez fijó su residencia en Canarias, no fue moco de pavo.

John Palmer Efe

En su ficha policial hay anotaciones que lo relacionan con estafas de propiedad compartida, blanqueo de capitales, falsificación de tarjetas de crédito, amenazas, delitos contra la integridad física y libertad de las personas, corrupción de funcionarios públicos, falsificación de pasaportes, tráfico de drogas y tenencia de armas de fuego. El de joyero, era su oficio reconocido antes de que Scotland Yark y el MI6 empezaran a controlar sus pasos. Los primeros por su intervención en el robo de 3.000 kilos de oro que nunca se pudo demostrar; los segundos por la sospecha de su vinculación con la sustracción de una partida de uranio empobrecido en Rusia. ¿Verdad o leyenda?

John Palmer se movió siempre sobre una delgada línea en la que resultaba muy complicado distinguir sus gestos lícitos y sus acciones ilegales. En una de sus numerosas caídas –la que le llevó a la cárcel de Old Bailey en 2001– se apoderó de casi 30 millones de unos 20.000 turistas británicos y alemanes que cayeron en las redes de un bum turístico en los años 90: el alquiler vacacional de viviendas compartidas que nunca existieron. Un juez británico le impuso una multa de 57 millones de euros, que él abonó en “cómodos” plazos, y ocho años de prisión que no llegó a cumplir por ser considerado un “preso ejemplar”.

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