El de la industria es uno de esos negocios con una clara voluntad de recuperación en V si el control de la pandemia lo permitiera. Los vertiginosos números rojos de la primera ola del coronavirus, cuando el colapso de los centros sanitarios obligó a cerrar todo lo que no fuera esencial, han ido aletargándose, hasta el punto de que en diciembre, de las 20 ramas principales del sector, 11 aumentaron actividad en comparación con 2019. Aún así, la producción industrial cerró ese mes con una caída del 0,8% y una bajada en el acumulado del ejercicio del 8,6%, cinco décimas por debajo de la reducción en el conjunto del Estado (9,1%). No fue ni de lejos el mayor desplome de la historia –en 2009 la producción de la industria llegó a descender más del 15%– gracias a la fortaleza de la automoción.

El motor es la tercera gran pata de la actividad industrial de Galicia tras la energía y la alimentación. Endiciembre pegó un nuevo estirón con un incremento de la producción del 15,8% y completó 2020 con un ascenso del 5,5%, en línea con el gran dinamismo de sus exportaciones y el récord de fabricación en la factoría del grupo Stellantis en Vigo. Solo hay otra rama de la industria gallega con saldo positivo a final del ejercicio, las actividades extractivas, que elevaron un 10,6% su actividad.

Con las continuas restricciones al canal Horeca, la fabricación de bebidas lideraron en la comunidad la caída de la producción: un 30,9% menos, según el balance publicado ayer por el Instituto Galego de Estatística (IGE). Le sigue muy de cerca el estropicio del naval, donde la producción disminuyó casi un 26%; y la fabricación de productos metálicos, un 24% de caída. La industria de los muebles sufrió un recorte del 19%; y la confección de ropa retrocedió un 16%.