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Los rostros tras las cifras del paro

Los rostros tras las cifras del paro

A menudo tachamos de casualidad a las cosas buenas que ocurren en la vida. No sucede lo mismo con las malas.

Con la resignación de quien cuenta casi un año en paro, José Manuel trata de hacer acopio de optimismo: “Este ha sido un año complicado para todos. Hemos tenido que aprender en muchas áreas de la vida”.

Desde marzo, se han destruido 15.100 puestos de trabajo en Galicia

Él, acomodador de un popular cine vigués que conoció los contratos de media jornada durante casi tres años y medio, recuerda casi a cámara lenta aquel 13 de marzo. “Me tocaba librar viernes y sábado. Me llamaron de la administración del cine, me dijeron que iba a cerrar por la cuarentena”.

El cine optó por no volver a abrir sus puertas y José Manuel, aún con la resaca de haber celebrado un contrato a jornada completa en el enero previo a la pandemia, se vio abocado a las listas del SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal).

“Tenía un año de paro. La situación no es muy buena porque a los seis meses disminuye la prestación. Estamos aguantando con un poco de presión porque hay que pagar cosas y, a veces, no se llega”.

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  • La pandemia se cobró 41 empleos al día
    Galicia perdió el año pasado 15.100 puestos de trabajo, lo que llegó al desempleo a dos gallegos cada hora

Las personas desempleadas acostumbran a contar más vidas que un gato, aunque no sea ni mínimamente evidente. Son vidas que cuentan el tiempo de descuento de la prestación del paro, de un subsidio o de una ayuda. Son vidas que regatean al porvenir, facturas y alquileres o un plato que poner en la mesa. Son vidas por resignación, no por elección.

Un goteo de casi dos empleos a la hora dibuja la otra pandemia, la del desempleo. Constante, desde el pasado marzo, el coronavirus ha destruido 41 puestos de trabajo cada día en Galicia. O lo que es lo mismo, el 2020 se saldó con una destrucción de más de 15.100 empleos de personas y familias que han visto como su sustento quedaba en suspenso en el año que menos se prestaba para la movilidad laboral. Si es que realmente, desde la crisis, alguno se ha prestado a ello.

Sabe este joven de 27 años que ha sido ávido en ganarse el pan desde unos tiernos 18 años, cuando trabajó en un mercado ambulante: “vendía textil con mis amigos de la iglesia”, cuenta. El amor lo trajo a Vigo, donde encontró ocupación entre las butacas del cine.

Desde marzo “me llamaron de Citröen y, al final, nada. Me llamaron de Leroy Merlin y, al final, nada. Echo a ofertas, pero no hay muchas”. La filosofía de José Manuel es clara: “Echo nueve o diez currículums al día. Estoy dispuesto a trabajar de lo que sea”, dice.

“En el INEM eres un número más que pasa. No sirve para nada”

Graciela - Administrativa

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Graciela administrativa Marta G. Brea

 José Manuel y también Graciela envuelven su rutina diaria en la búsqueda de exiguas ofertas de trabajo con la esperanza de dar con una. “Trato de trabajar de lo que sea. No le hago ascos a nada”.

 A sus 58 años, Graciela, es titulada en administración de empresas en Uruguay y ha trabajado de todo menos de “lo suyo” en Vigo. La cuenta de los años que suma desempleada se le hace lejana. Tras meditarlo, “desde 2008”, se reafirma.

Esta familia, con dos hijos, atravesó un duro golpe tras un accidente que sufrió su pareja, que se encuentra ahora de baja.

Han sido años en los que Graciela ha participado como voluntaria en colegios, en Cruz Roja o en el Concello. También ha probado con nuevas profesiones. Ha hecho acopio de proféticos cursos que, hasta la fecha, no le han valido el pan. El último, el de geriatría. “Y aun así, nada. Sigo esperando”. El siguiente, el de sociosanitaria, “a ver si así saco trabajo”.

No hay que darle demasiadas vueltas a la cabeza para dar con los colectivos más afectados por el desempleo. El paro en 2020 se saldó con 1.400 mujeres más, pero 3.600 hombres menos en Galicia. Los otros grandes olvidados, los jóvenes, revientan las cifras. El 11,58% de los jóvenes gallegos están en paro, nada menos que 36.900 personas. Pero es que el 56% son inactivos, es decir, la friolera de 178.400 jóvenes. Lo que contrasta con los 103.400 jóvenes ocupados.

Marina es otro de los rostros de las listas del paro. Ella, habla como quien sabe que dispone de todo el tiempo del mundo. Quizás, porque cuenta sólo 23 primaveras. Es madre soltera de una niña de tres años y no pretende más que hacerse un hueco en la vida con su ciclo superior de administración.

Con apetito profesional, cumplía tales ambiciones en una empresa coruñesa hasta el pasado diciembre. Fue la pandemia la que puso fin a su relación laboral. Un tropiezo frente al que poco podía pelear con su contrato temporal. “Por el coronavirus, la cantidad de trabajo bajó y me despidieron”. Ahora, casi sin quererlo, se cuela entre sus sueños la aspiración de estudiar una oposición.

Porque todo ese apoyo que necesita Marina lo encuentra en su madre. Ahí fuera, le concedían ayudas por su condición de madre soltera. Entre tanto, se formaba. “Las que pedí después de estudiar, se me negaron por el hecho de vivir con mi madre”, dice. Y cuenta esta paradoja no sin cierta desilusión: sin el apoyo de su madre, probablemente, le habrían concedido esas ayudas, que para poco alcanzarían como sustento de una familia monoparental en desempleo.

Parece que el desempleado tenga que hacer costumbre de aprender a esperar. Mueven currículums con la pretensión de rascar algún empleo, aunque sea temporal. Se forman en titulaciones infinitas que no culminan en un trabajo.

“No piensan que están jugando con la vida de familias, las de la hostelería”

Raúl - Camarero

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Raúl Marta G. Brea

La que suele ser refugio de muchos de estos currículums desamparados, la hostelería, ha terminado por convertiste en uno de los sectores más castigados de la pandemia. Lo ha experimentado Raúl. Tras veinte años enlazando contratos temporales, este camarero de 37 años, envía su perfil profesional a fábricas, supermercados, empresas de trabajo temporal y donde se tercie. “En hostelería conozco a los dueños de los locales y tienen a su gente en ERTE, no pueden meterte”.

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Mucho menos con las restricciones actuales. La suya fue, en un primer momento y como excepción, una decisión propia. “Me nació un hijo. O mi mujer o yo tenía que quedarse en casa con el bebé”, relata Raúl.

Su pareja, cocinera en un afamado restaurante en la ciudad olívica desde hace 13 años, se encuentra, como tantos otros del sector, en ERTE desde noviembre. “Y aún no lo cobró, con un niño pequeño”, reclama.

En este momento, Raúl se apoya en un subsidio por tener un hijo que está a punto de terminarse. Y, reflexiona, su porvenir sigue ascuas.

Por el momento, van “tirando de un lado y de otro”. Y, como la crisis del 2008 convirtió casi en la norma, el sueldo de una familia se estira por encima de sus posibilidades y, con él, hacen malabares para llegar a final de mes. “No descansas, no duermes de la tensión”, explica Raúl.

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Además de buscar un empleo y cuidar de su hijo, Raúl dedica tiempo como voluntario en la asociación Vida Digna. También lo hace José Manuel. “Cada día hay más personas que vienen por alimentos. ”, reflexiona el camarero

Porque el 2020 cerró con 142.600 desempleados en el territorio gallego. Y, pese a que esto se traduzca en un descenso del paro 2,16% y sitúe a Galicia entre las tres comunidades en las que cayó, responde a algo meramente estacional: la Navidad.

Por mucho que traten de no dejarse llevar, viven en una noria emocional y los ciclos son cada vez más cortos. Empieza con el entusiasmo de encontrar una de esas ofertas de trabajo en peligro de extinción. Después vienen días en los que la espera se transforma en desesperación. Y todo termina en la frustración, ya no sólo por ser candidato a un empleo que no es, ni de lejos, el deseado, sino porque en los organismos públicos no encuentran apoyo. “En el INEM eres un número más que pasa”, dice Graciela.

“Se me negaron las ayudas que pedí tras estudiar por vivir con mi madre”

Marina - Administrativa

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Administrativa Marta G. Brea

Marina se queja de esos prejuicios sociales que concluyen que por ser joven y tener apoyo materno, no se busca la vida. Su reclamación: que las administraciones públicas “pongan un poco más de interés para que la gente pueda encontrar trabajo”.

Graciela, la que acumula cursos de competencias no tiene sino ganas de entrar en la rueda. “Quiero salir de este atolladero”, incide.

“Echo nueve o diez currículums al día. Echo a ofertas pero no hay muchas”

Juan Manuel - Acomodador de cine

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Juan Manuel - Acomodador de cine Marta G. Brea

José Manuel, voluntario en la Asociación Vida Digna, también encuentra allí un plato caliente y apoyo psicológico. Es lo suyo, opina, “dar algo a cambio por lo que recibes”, dice José Manuel poco antes de hacer acopio de fuerzas:

“He vivido situaciones peores y afronto esto como un aprendizaje”

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Al tiempo trata de reconducir la rabia que le provoca la situación, Raúl reprocha a la administración la gestión de la pandemia y la demonización del papel de bares y restaurantes. “No piensan en que están jugando con la vida de familias, especialmente, las familias de la hostelería”, reclama el camarero. “El día que puedan abrir, la mitad de los locales de Vigo no van a abrir”.

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Hoy están desempleados. Las mujeres en paro, los jóvenes en paro, las familias en paro y los parados de larga duración de las estadísticas. Son las Marinas, los Josés Manuel, los Raúles y las Gracielas. No hace falta ir muy lejos, sólo hay que echar una mirada alrededor para percibir esta realidad, aunque este último año rezume a distopía. Son las vidas que ponen algo de verdad a los números de las estadísticas.

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