La patronal francesa de astilleros, Groupement des Industries de Construction et Activités Navales (Gican), ha dado la bienvenida a los planes del Elíseo de promocionar la construcción naval en suelo francés. Pero ha advertido que, si las grandes navieras siguen desviando sus pedidos a Asia, de nada valdrán las palabras de Emmanuel Macron en favor de la “soberanía nacional” en esta industria estratégica. El caso es que la competencia con los gigantes chinos es una quimera, entre su política low cost y, sobre todo, la ingente cantidad de millones que reciben de Pekín. Fueron 11.000 millones de euros al año solo en la última década. A fondo perdido.
Es el cálculo –“conservador, por la opacidad del sistema político chino”– ha sido realizado por el CSIS de Washington (Center for Strategic and International Studies), en un informe publicado el pasado mes de julio. “Incluye financiación de bancos estatales (127.000 millones de dólares) y subsidios directos (5.000 millones). Al cambio actual, 109.000 millones de euros. “Las empresas chinas son cada vez más dominantes en la cadena de suministro marítimo, con la ayuda de un sistema complicado y opaco de apoyo estatal formal, que no tiene rival en tamaño y alcance”, dice el estudio, elaborado por Jude Blanchette, Jonathan E. Hillman y Maesea McCalpin, y que no incluye otras partidas como subsidios indirectos (aceros, combustibles o electricidad).
A través de un manifiesto, la patronal alemana VSM (Verband für Schiffbau und Meerestechnik) ha reclamado a la Comisión Europea un plan de acción para blindar la competencia leal entre mercados. “La construcción naval siempre ha estado expuesta a un alto nivel de intervención gubernamental y distorsiones del mercado. Con la expansión masiva de China también en la construcción naval, este problema se ha agudizado”. La VSM espera “respuestas concretas” de Bruselas para mediados de año.
