La pesca de sardina lleva desde en depresión desde 2014. En aquel año, las autoridades españolas y lusas comenzaron a limitar la pesca de una especie que mostraba síntomas de flaqueza en aguas ibéricas y que llegó a su riesgo máximo tres años más tarde. El equipo de científicos del Consejo Internacional para la Exploración del Mar (ICES, por sus siglas en inglés) anunciaba entonces, como recogió FARO, que sería necesario un veto de 15 años a la pesca para poder recuperar una especie que, hasta la fecha, sigue fuera del sistema de totales admisibles de capturas (TAC) y cuotas de la Unión Europea. Ante la gravedad de la situación, Lisboa y Madrid se unieron para llevar adelante un Plan de Gestión y Recuperación del stock de Sardina Ibérica (2018-2023) supervisado por Bruselas y que hoy da sus frutos. La presencia de juveniles (ejemplares jóvenes que se incorporan a la biomasa) se ha disparado en los últimos dos años más de un 1.100%, lo que hace que la flota pesquera del cerco mire a 2021 con esperanzas. “Las perspectivas son buenas; esperamos alcanzar el rendimiento máximo sostenible este año”, señalan desde la Asociación de Armadores de Cerco de Galicia (Acerga), organización mayoritaria en la comunidad.
