El encendido del primer grupo electrógeno de la central de As Conchas el 4 de agosto de 1948 solventó las importantes limitaciones para el suministro de luz en el área de Vigo y Pontevedra. Su producción cubría dos tercios de la demanda en ambas zonas. Aún en pruebas y sin aprovechar toda la capacidad prevista, el embalse “arregló el problema eléctrico de Galicia”, como destacó el entonces presidente de Fenosa, Pedro Barrié de la Maza, durante el consejo de administración previo a la inauguración oficial de las instalaciones un año después. Vinieron Franco y los ministros de Industria, Obras Pública y Marina. El NO-DO inmortalizó el arranque de la primera gran hidroeléctrica de Galicia, asentada a lo largo los concellos ourensanos de Muíños, Lobeira y Bande, bañados por el río Limia.
Las imágenes, según recuerda el economista Xoán Carmona Badía en su libro La Sociedad General Gallega de Electricidad y la formación del sistema eléctrico gallego, obviaron evidentemente la pancarta que algunos vecinos de los lugares afectados colgaron pidiendo hablar con el dictador para quejarse por los bajos precios pagados en las más de 7.000 expropiaciones que tuvieron que hacerse para levantar la presa. Al igual que en otras muchas construcciones similares, bajo las aguas de As Conchas quedaron pueblos enteros, obligados a cambiar su ubicación, y joyas de la época romana como el histórico Ponte Pedriña, principal vía de comunicación con los yacimientos mineros de las Médulas, en el Bierzo, durante la etapa del imperio.
Con una potencia cercana a los 50 megavatios (MW), As Conchas es, setenta años después de su estreno, uno de los dos vasos comunicantes que formarán la central de bombeo que tramita Naturgy, sucesora de la mítica Fenosa, en Galicia. Al otro lado del sistema reversible estará el vecino –a unos 6 kilómetros de distancia– embalse de Salas y su presa, de 52,8 MW, también en manos de la multinacional presidida por Francisco Reynés.
“El motivo para seleccionar Salas y As Conchas como embalses superior e inferior de la nueva central reversible responde a la ya existencia de infraestructuras y a la cercanía y desnivel entre ellos, 6 kilómetros y 300 metros, respectivamente. En ambos embalses y con su mismo nombre, existen actualmente dos aprovechamientos hidroeléctricos plenamente operativos”, justifica Naturgy en el informe de impacto medioambiental avalado por el Gobierno y publicado en el Boletín Oficial del Estado (BOE) en mayo de 2017. ¿Cómo funciona? En momentos de mucha producción y poca demanda en el sistema eléctrico, el sistema reversible gasta energía sobrante para transportar el agua del embalse inferior, en este caso el de As Conchas, hasta el depósito superior, dejándolo lleno para que en picos de consumo y menor generación la central pueda soltar el agua desde Salas y operar como una hidroeléctrica convencional para aportar electricidad al sistema.
El bombeo es, por el momento, lo más parecido que hay al almacenamiento masivo de electricidad. De ahí que las centrales reversibles como esta se presenten como auténticas baterías para acompañar la integración de las fuentes renovables, especialmente la eólica, en el sistema eléctrico español.
“El proyecto de Salas Conchas tiene como objetivo la eficiencia del uso del agua con fines de generación de energía eléctrica entre los dos embalses, que llevan medio siglo en explotación”, explican fuentes de Naturgy a FARO.
"No se va a crear ningún embalse nuevo, ni instalación adicional –remarca la compañía–, solo se hará un mejor aprovechamiento de la conexión entre los dos embalses existentes”.
Básicamente, la unión entre ellos se realizará a través de una galería de túneles de 5 kilómetros de distancia “para turbinar el agua desde As Conchas hasta Salas y a la inversa”. “El funcionamiento sería de ciclo cerrado, por lo que su operación dependerá de las aportaciones naturales a los embalses –añade Naturgy–. El turbinado se haría en horas valle y luego se turbinaría en dirección contraria en horas punta”.

El caudal máximo de turbinación alcanzará los 150 metros cúbicos por segundo y el de bombeo rondará los 124. La central dispondrá de una potencia de 375 MW, con una capacidad de almacenamiento de 14 gigavatios hora. El presupuesto asciende a 350 millones de euros y empleará a 300 personas durante el tiempo que duren los trabajos. El promotor recuerda que la declaración medioambiental fue favorable y ahora el proyecto “prosigue su tramitación administrativa”. “En los últimos años, Naturgy ha centrado sus esfuerzos en el desarrollo de sus proyectos renovables, principalmente proyectos eólicos asociados a la última subasta del Gobierno”, indica la compañía, que, avanza, “seguirá apostando por las energías renovables”.
A esa declaración positiva de impacto medioambiental se agarró Bruselas tras la entrada en la comisión de peticiones de una reclamación para frenar el proyecto por el posible riesgo de contaminación del embalse de Salas, dado el extenso currículum de episodios con bacterias en el de As Cochas. “De las observaciones presentadas por el peticionario, la Comisión no puede concluir que este proyecto vulnere lo dispuesto en las Directivas de la UE. En particular –incide el escrito de respuesta–, la evaluación de impacto ambiental del proyecto concluyó que no existía un impacto negativo significativo sobre los lugares de Red Natura 2000 o sobre las masas de agua en cuestión”. En relación a la Directiva sobre nitratos, la Comisión se ha comprometido a seguir investigando “y, en caso necesario, intervendrá para garantizar que las autoridades nacionales y regionales españolas tomen las medidas necesarias para la protección de las aguas contra la contaminación producida por nitratos procedentes de fuentes agrarias”.
A pesar del gran potencial para desarrollar sistemas de bombeo por la gran cantidad de centrales hidroeléctricas operativas –3.434 MW en grandes embalses y otros 322 MW en minihidraúlicas, según los datos del Instituto Enerxético de Galicia (Inega)–, en la comunidad solo existen tres reversibles. Son la de Ponte-Bibey (71 MW), Soutelo (81,6 MW) y Conso (228 MW). Las tres pertenecen a Iberdrola, que tiene entre manos un ambicioso proyecto para la ampliación de Conso hasta los 900 MW de turbinación, lo que le convertiría en una de las megabaterías más importantes de Europa, como adelantó FARO. El plan está ahora mismo en tramitación en el Ministerio para la Transición Ecológica.
Una estrategia nacional de almacenamiento para dejar de ser “una isla energética”
El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico lanzó en octubre la Estrategia de Almacenamiento Energético para “dotar al sistema de herramientas que aporten flexibilidad para garantizar la estabilidad de la red, minimizar los vertidos y garantizar la seguridad, calidad y economía del suministro”. Por sus características, la electricidad no permite hoy por hoy una acumulación masiva, más allá de pequeñas baterías o sistemas como el bombeo, que ayudan a regular los momentos de excesos o falta de energía en el sistema.
Algo “clave en el proceso de transición hacia una economía neutra en emisiones debido a la variabilidad y a la parcial predictibilidad de las energías renovables”. “España es una isla energética, y por ello necesita contar con tecnologías que proporcionen flexibilidad al sistema energético, como el almacenamiento, esencial para garantizar la seguridad de suministro, incrementar la competitividad y garantizar precios bajos”, recordó la vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, en la presentación de la estrategia.