A él, nada dado a los premios, le despertó “una enorme alegría” recibir la máxima distinción del Consejo General de Economistas por su contribución a la economía y a la mejora de la imagen de la profesión. Emocionado, Antón Costas recordó que antes que él fueron premiados su profesor José Luis Sampedro y Fabián Estapé, “maestro” al igual que Ernest Lluch, al que recordó en el veinte aniversario de su muerte, asesinado por ETA. “Ambos me enseñaron que, bien utilizada, la economía es una fuerza para el bien”, dijo. “Una palanca para dar oportunidades de buenos empleos y de mejora de la vida a todas las personas –añadió–, pero especialmente de aquellas que más lo necesitan”. Y eso es justo lo que, según el reconocido catedrático vigués y aprendiz del naval en el astillero Freire en su “primer destino” profesional como ingeniero, no se hizo en España “en las últimas cuatro décadas”.

El “capitalismo inclusivo de postguerra” se torció “por el camino de la desigualdad y la depredación de los recursos naturales” a cusa del “falso dilema” de que la eficiencia no permite la justicia social, la idea de que “una economia de mercado, libre de toda interferencia pública, se autorregula y trae prosperidad para todos” y la premisa de Milton Friedman, hace medio siglo ya, “de que la única responsabilidad social de los directivos es maximizar el beneficio de la empresa para los accionistas”.

“La división social, la polarización política y el retorno del populismo autoritario y xenófobo es el lodo que viene de aquellas lluvias torrenciales”, lamenta Costas, que cree que la pandemia “nos hace más conscientes de que seguíamos un mal camino”. El catedrático reclama “un nuevo contrato social” que cree “el compromiso de los que les va bien” para no dejar “en la cuneta” al resto. Que lo público, lo local y lo verde ganen espacio en “el reto más urgente”, la creación de empleo. “Volver a hacer de la economía una fuerza para el bien”, receta también a su colectivo.