Los estudios de Biología impartidos en las tres universidades de Galicia completaron la oferta para este curso ya en julio. Son en total 245 plazas con una nota de corte de 9 en la facultad de A Coruña; 9,388 en Vigo; y un 10,6 en Santiago de Compostela. La carrera pone el apellido a muchas de las familias científicas de las que tanto se habla desde marzo por culpa de la pandemia, encargadas, entre otras funciones, de descifrar la estructura y cómo se mueve el COVID-19.
Se firmaron 275 con profesionales con el grado y otros 1.182 a licenciados el pasado 2019, según el anuario del mercado de trabajo de personas tituladas elaborado por el Servicio Público de Empleo Estatal (Sepe). Pero, ¿para qué tareas? En este caso, los datos son estatales, pero permiten hacerse una idea muy clara de lo que está pasando con el preocupante fenómeno del subempleo, especialmente en los jóvenes. Solo el 7,5% de los contratos fue para puestos de biólogo, botánico, zoólogo o afines y un 5% para docentes. A la cabeza de la contratación están las vacantes de vendedores en tiendas y almacenes (8,7%), monitores de actividades recreativas y entretenimiento (8,4%) y camareros (8,4%). A la cabeza de la contratación están las vacantes de vendedores en tiendas y almacenes (8,7%), monitores de actividades recreativas y entretenimiento (8,4%) y camareros (8,4%).
El ejemplo de los titulados en Biología no es una excepción en el gran desajuste en Galicia entre la formación y la realidad del mercado laboral. El 28,5% de los gallegos de entre 16 y 24 años que estaban trabajando en el tercer trimestre del año contaba con un nivel educativo alto –FP superior o grado universitario, como mínimo– y en los de 25 a 34 años el porcentaje sube hasta el 50,3%. ¿Y a qué se dedican?
Otro 11% (12.200) desempeña ocupaciones elementales, desde limpieza a ayudantes de cocina, pasando por mensajeros, como recoge la última Encuesta de Población Activa (EPA) del Instituto Galego de Estatística (IGE). Hay un 16% (17.700) en la categoría de técnicos y profesionales científicos e intelectuales y un 15% en trabajos cualificados de las industrias manufactureras y la construcción.
Buena parte de los empleos habituales en el colectivo son, precisamente, los más afectados por la crisis del coronavirus, lo que, unido a la gran temporalidad, colocó a los jóvenes en el epicentro del terremoto laboral. En el último año, el desempleo en Galicia aumentó un 10,3%. Pero en la franja de los 20 a los 34 años se disparó un 22,6%; un 19,7% entre los trabajadores de 25 a 29 años; y por encima del 13% en los de 30 a 34 años.
Llueve sobre mojado en la empleabilidad de la generación mejor preparada de la historia. Incluso en edades algo superiores, entre los universitarios de 30 a 34 años, la tasa de paro en España casi duplicaba la media europea, destaca el Banco de España en el informe sobre la situación laboral de los licenciados en España que acaba de publicar.
“Cabe preguntarse hasta qué punto esa diferencia puede explicarse por la distinta especialización de los universitarios españoles en cuanto a las titulaciones escogidas”.
Ciencias sociales y jurídicas forman el grupo de titulaciones más frecuentes en ese grupo de la población, un tercio del total, tanto en España como en el resto de Europa. Justo después están las ingenierías y la sanidad, esta última en mayor proporción que en los países vecinos, junto con las carreras de educación y las TIC, sobre todo desde la anterior crisis económica. El regulador sostiene que la tasa de paro es “mucho más alta” en España para todas las titulaciones, excepto artes, humanidades e idiomas, por lo que el diferencial “no parece deberse, aparentemente, a la distinta especialización”. Hubiera sido igual, asegura, si el reparto por carreras se pareciese más a la radiografía comunitaria.
Sí sobresale “la proporción menor” de licenciados españoles que trabajan “en puestos de elevada cualificación”. “La evidencia mostrada sugiere que la mayor incidencia del desempleo entre los universitarios españoles no responde a una elección de titulaciones más sesgada hacia aquellas con menores oportunidades laborales en el conjunto del área de euro”, indica el Banco de España. “Podría obedecer, entre otros factores, a una menor calidad de la educación superior”, asegura, aunque admite que “no se puede descartar la presencia de características estructurales de la economía” que “limitan la capacidad del mercado de trabajo para absorber adecuadamente los flujos de nuevos titulados superiores”.
Ciencias de la Salud, la otra cara de la moneda
Para encontrar porcentajes relevantes de titulados en España que trabajan en lo que estudiaron hay que centrarse en el área de la salud. Casi el 87%, por ejemplo, entre los graduados en enfermería, según el Sepe; un 66% en el caso de los fisioterapeutas; un 81% en los farmacéuticos; y alrededor del 90% en los médicos. También es muy representativo dentro de las ciencias experimentales la proporción de los diplomados en óptica: 60,7%. En ciencia y tecnología de los alimentos, en cambio, pese a la evidente importancia de la profesión hay tantos contratos para técnicos de calidad (10,8%) como para camareros (10,4%). Un 20% de los diplomados en Relaciones Laborales acaba de vendedor, camarero, limpiador y peón agrícola o en una fábrica.