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El líquido de oro

El agua Nongfu ha convertido a su dueño en el mayor millonario chino

Zhong Shanshan. Jiang Xin VCG (Getty Images)

No era complicado intuir el negocio en un país de 1.400 millones de habitantes que evitan el grifo por la calamidad medioambiental. Nadie lo ha exprimido más que Zhong Shanshan, fundador de Nongfu. Son ubicuos sus botellines rematados con esos tapones rojos que los niños coleccionaban décadas atrás en Pekín, Shanghái y las provincias rurales del interior, en casas, hoteles y el Gran Palacio del Pueblo, que acoge los cónclaves del partido.

La reciente escalada de Zhong hasta la cúspide de las fortunas chinas finiquitó el largo reinado de Jack Ma, alma máter de Alibaba, y renovó una lista copada en los últimos años por la tecnología y el ladrillo.

Zhong contaba el mes pasado con unos 20.000 millones de dólares y hoy acumula 59.000, por encima de los 57.000 de Jack Ma y los 52.000 de Pony Ma, creador de Tencent. El aluvión se explica por la salida al parqué hongkonés de Nongfu en septiembre. La jornada dejó una subida del precio de las acciones del 50% y a Zhong, poseedor del 84% de ellas, con la fortuna triplicada. No abundan los tipos que ganan 40.000 millones en unas horas. La operación, la cuarta en volumen de la bolsa hongkonesa, convirtió a 68 accionistas menores en millonarios.

Ya en abril había incrementado sus cuentas con la salida a bolsa, en Shanghái, de su negociado farmacéutico paralelo. Wantai Biological, de la que también es accionista mayoritario, se ha revalorizado más del 2000% desde entonces. La compañía fabrica kits de detección del coronavirus y el VIH. También participa en la carrera por la vacuna contra la pandemia y su candidata, junto a la Universidad de Hong Kong y la Universidad de Xiamen, ha recibido la aprobación gubernamental para las pruebas en humanos. Lo resumía Rupert Hoogewerf, director de Hurun, algo parecido al Forbes chino: “Es extraordinario. No ha levantado un imperio de 10.000 millones de dólares sino dos”.

Es una trayectoria improbable para alguien que encadenó trabajos de subsistencia tras abandonar el colegio por las turbulencias de la Revolución Cultural. Fue aprendiz de albañil, vendió píldoras contra la impotencia a base de extracto de tortuga, cultivó champiñones e incluso se enroló como periodista en un medio local. Es probable que su olfato para los negocios se afinara en sus entrevistas a emprendedores locales.

En 1996 fundó Nongfu y encadenó adquisiciones hasta convertirla en el gigante actual. Todos los chinos recuerdan aquel anuncio televisivo que sentó la línea “Nongfu sabe un poco dulce”. Empezó sacando agua del lago Qiandao, en su provincia natal de Zhejiang. El despegue se produjo tres años después de fundar la empresa, con la decisión de abandonar el agua purificada y vender agua mineral. Nongfu concentra el 26% de un mercado que genera 30.000 millones de dólares anuales y se ha expandido a té, café y zumos. No hay muchos sectores más sólidos que el agua. La sed, al fin y al cabo, no depende de las tensiones geopolíticas.

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