Aunque la lucha sanitaria y económica contra el coronavirus lo empañe casi todo, cuando esto pase el enorme desafío de la transición energética seguirá ahí, más acuciante si cabe a la vista de lo ocurrido con la pandemia. Lo sabe muy bien la industria de la automoción, obligada a reinventarse por la apuesta global de una nueva movilidad sostenible. El salto será duro y, según el presidente de PSA, afectará de lleno al empleo. Carlos Tavares da por segura un caída de la ocupación en la actividad por las exigencias medioambientales. "Habrá reducciones de efectivos de aquí a 2030", alerta el ejecutivo portugués en una entrevista ayer en el dominical francés Le Journal du Dimanche recogida por la agencia Efe, en la que evalúa la situación del sector en tiempos de pandemia y de transición a la propulsión eléctrica.

Tavares afirma contudente que las exigencias de la UE para la reducción de emisiones "crean una mutación profunda y brutal" en un sector que emplea a 14 millones de personas y que ya ha sufrido varias oleadas de reestructuraciones. Por eso, el máximo responsable del grupo propietario del fábrica de Vigo pide más tiempo para las transformaciones tecnológicas. El automóvil es un sector "a largo plazo". "Hace falta secuenciar bien las tecnologías en el tiempo: el eléctrico a corto plazo y después el hidrógeno", subraya. "Con el coche eléctrico -añade- se nos ha impuesto una tecnología que tiene un precio fuera del alcance de la mayoría de la clase media". Tavares considera necesarios los subsidios públicos para estos vehículos porque entre la transición a los automóviles eléctricos o con algún tipo de hibridación y la pandemia "estamos en un mercado hipervolátil". El ejecutivo alerta también de que el sector afronta "un lobby antiautomóvil hiperpotente", mientras que el automóvil ofrece libertad de movilidad.