Son nombres que forman parte de la postal de puertos como Castletown, Killybegs o Milford Haven. El Playa de Tuya, Cachacho, el Punta Vixía, el Armavén Tres, Sanamedio… Algunos mantienen bandera española y matrícula de Vigo o Bueu; otros, muchos, las cambiaron hace tiempo. La exportación de capacidad pesquera ha adelgazado hasta la mínima expresión la que un día fue conocida como la flota de los 300, por las unidades que operaban en el caladero de Gran Sol. La exigua disponibilidad de cuotas propició una salida en tromba de barcos en las últimas dos décadas con destino a Francia o Reino Unido, y la falta de rentabilidad es a lo que aluden ahora en el sector para explicar el cambio de tendencia. Los pesqueros continúan abandonando Galicia, pero con destino a caladeros africanos y, en menor medida, a Portugal y Argentina. Solo desde el año 2010, de acuerdo a los datos oficiales de la Comisión Europea y la información recabada por FARO, la flota gallega ha exportado al menos 50 unidades operativas a otros puertos. En suma, rebasan las 23.625 GT (gross tonnage), equivalente al 20% de la capacidad actual de los pesqueros de la comunidad. “Aquí no salen los números”, lamentan fuentes próximas a una armadora de Ribeira. La queja se extiende por todo el Cantábrico: la pérdida de la pareja de merluceros Urondo y Ur Ertza, comprados por la morracense Inter, fue un mazazo para Ondarroa. Ahora se llaman Seaflower y Ohamba, respectivamente, y operan ya con bandera namibia.
Existen dos tipos de traspasos de buques. Los primeros, de armadoras locales y familiares gallegas que se apartan del negocio y venden capacidad pesquera a compañías más grandes con capacidad de crecer en caladeros extracomunitarios, tanto en países donde ya estaban asentados como en los que no. La viguesa Vieira, por ejemplo, reforzó su flota en Senegal con la incorporación de dos barcos lucenses: Praia da Marosa y Abrela (ex Minchos Sexto), que fueron reformados antes de partir el año pasado a Dakar, como avanzó entonces este periódico. Otros dos buques de la saga Minchos también han encontrado cobijo lejos de las costas gallegas: el Minchos Octavo y Minchos Noveno, sometidos a sendas operaciones de alargamiento y faenando bajo pabellón argentino y namibio para Grupo Iberconsa. Grupo Pereira también se ha reforzado en origen con antiguas unidades especializadas en aguas comunitarias, como con el Kumwe (ex Nuevo Bitácora, que también tenía base en Burela, como el Praia da Marosa). En el caso de la compañía que dirige José Enrique Pereira, ha complementado esta estrategia con unidades propias: el Estai (ex Argos Galicia) es un fruto más de su apuesta por Namibia, y con el Tazadit (antiguo Argos Marine) ha desembarcado en Mauritania. A este último caladero regresó el pasado ejercicio Pescapuerta de mano de una sociedad mixta y el Avedal (rebautizado como Alpha Peche-1), antes con base en Ribeira.
Por barrios
En segunda instancia, además de los traspasos hacia empresas más grandes –y de capital gallego–, están las armadoras que “buscan suerte” fuera de aguas comunitarias para obtener mayor rentabilidad. Hasta cuatro barcos de capital coruñés y bandera lusa partirán de inmediato a caladeros africanos, según pudo saber FARO: dos pasarán a operar en Mauritania, y otros dos trabajarán en Angola. Tras los primeros éxodos protagonizados por los barcos de Vigo y O Morrazo –en su mayoría, antes de la pasada década–, las salidas se han cebado con la flota de Celeiro o Burela y se centran ahora en la zona de Ribeira. El impacto del Covid-19 en los precios y las dudas acerca de los plazos de recuperación de la hostelería propiciarán, a juicio del sector, futuras exportaciones. Las armadoras tantean así al mercado mayorista, rebajando así su exposición a las ventas capilares y al detalle.
Según el último informe oficial de la Comisión Europea –The 2019 Annual Economic Report on the EU Fishing Fleet del Scientific, Technical and Economic Committee for Fisheries (Stecf)– la de Galicia es, pese a su dimensión y capacidad, la menos rentable de las grandes flotas europeas. Si el valor añadido bruto por empleado a tiempo completo asciende a 51.203 euros de media en toda la UE, en España y Galicia no llega a los 40.000. Es más, las diez mayores potencias pesqueras del continente acreditan una productividad (valor añadido bruto, GVA) de 100.000 euros por trabajador. Más del doble que en el caso gallego. La anomalía deriva en gran medida de un sistema de reparto de cuotas denominado criterio de estabilidad relativa sobre el que ha basculado la política pesquera comunitaria durante más de treinta años y que ningún país a excepción de España y a petición, al menos, de Galicia, se ha propuesto modificar.
La pérdida de capacidad durante los últimos años, tanto en Gran Sol como en las demás aguas comunitarias, se nota en el registro de capturas. La FAO ha actualizado los datos por pabellones y eleva las realizadas por barcos españoles a 314.357 toneladas en el área noreste del Atlántico, frente a las casi 375.000 de hace diez años. Frente a esta caída –solo a nivel interanual, en comparación con 2017, el descenso es de 45.000 toneladas–, otros países han anotado sonoras mejoras. Dinamarca, Alemania, Francia o Irlanda han mejorado sus resultados. Portugal, al igual que España, no.