El cierre de Nissan en Barcelona supone uno de los golpes más duros a la industria y el empleo que ha sufrido nunca Cataluña, ya que la planta, una de las más longevas de España, da empleo directo a unas 3.000 personas, aunque se elevan a al menos 20.000, los puestos de trabajo que dependen de ella.

Aunque la decisión de la multinacional de cerrar sus plantas en Cataluña no ha cogido a nadie por sorpresa, ni a administraciones ni a sindicatos ni a la plantilla, no por ello la noticia es más fácil de encajar, dado el fuerte impacto económico y laboral que supone y el momento en que se hace pública.

La planta de Barcelona es la más importante de Nissan en España, donde cuenta también con un centro en Ávila, que se dedica a los recambios tras 60 años fabricando camiones, y otro de componentes en Cantabria. Ambos pueden verse arrastrados ahora por la suerte de Zona Franca y acabar cerrando, según temen los sindicatos.

En estos momentos, Nissan sólo fabrica tres modelos en Barcelona (eNV200, Nissan Navara y Reanult Alaskan), ya que la Mercedes Clase X dejará de producirse este mes, lo que supone que la planta de Zona Franca trabaja a un 20-30 % de su capacidad.

Sin Nissan, el sector de la automoción perderá peso en Cataluña, que fabrica uno de cada 5 vehículos que se producen en España y que factura unos 23.000 millones de euros, con un empleo directo total de 56.200 personas e indirecto de 143.000, un 4,2 % de la población activa.

Precisamente, el empleo indirecto, el derivado de toda la cadena de suministros, que depende de Nissan y que ahora está en peligro, llegaría a los 30.000 puestos de trabajo.

El sector del motor, el segundo más grande en Cataluña detrás de la alimentación, está integrado por 10.895 empresas, que representan un 10 % del PIB catalán.

La planta de Zona Franca, la más importante en Cataluña detrás de la de Seat en Martorell (Barcelona), ha ido perdiendo carga de trabajo de manera paulatina durante el último año anterior a la pandemia, lo que acabó ya con la presentación de un ERE en junio de 2019, que afectó a 600 personas, que salieron con prejubilaciones y bajas incentivadas.

La de ahora es la peor situación en la que se han encontrado nunca los trabajadores de la marca nipona, que en 2009 ya tuvieron que hacer frente a un anuncio de un recorte de 1.680 trabajadores, lo que provocó una feroz protesta que permitió reducir este número hasta las 581 salidas.

Después llegaron años de crecimiento, con Frank Torres al frente de Nissan Motor Ibérica -precisamente el mismo ejecutivo que ahora se hará cargo del desmantelamiento de Zona Franca- con la adjudicación de modelos nuevos, como el Pulsar, que no tuvo éxito en el mercado.

La historia de Nissan se remonta a hace cien años, a 1920, cuando nació en Cádiz el embrión de lo que sería Motor Ibérica de la mano de Ford, que se trasladó tres años más tarde a Barcelona.

En 1953, Ford vendió su participación y la empresa resultante, Motor Ibérica, se dedicó a fabricar camiones y tractores bajo la marca Ebro. En 1967 se trasladó a Zona Franca, aunque no fue hasta 1980 que Nissan entró a formar parte de Motor Ibérica, sociedad que acabó absorbiendo en 1986. Es en ese momento que cambia la denominación por la de Nissan Motor Ibérica y se centra en los camiones y las furgonetas.