Ayer nos dejó Juan Santodomingo. Miembro de una familia que ha sido una parte esencial de la vida pesquera e industrial de Vigo. Juan lidió con la pesca toda su vida, en Argentina, África, Vigo, en las empresas familiares que los Santodomingo crearon y mantuvieron. A Juan le tocó torear dos morlacos en sus últimos años, Vulcano y el cáncer. El primero lo llevamos no sin esfuerzos y sin cartas náuticas que nos indicasen la ruta al puerto refugio que mejor pudimos, y no fue nada fácil. El segundo fue peor. Se lo llevó a él.

Yo me incorporo a Vulcano porque Chuseta, la abogada de la empresa me pide que les eche una mano. A partir de ahí conozco a Juan, al que no conocía personalmente. Y todo fue un devenir de reuniones, confidencias, estrategias, y una amistad duradera y muy entrañable. Juro que luchamos para salvar al astillero y a su personal. Juro que hubo reuniones con turcos, chinos, diputadas socialistas y populares, directores generales del gobierno (ahora, fallecido Juan ya lo puedo contar) para salvar al astillero. Juro que todo lo que estuvo en nuestras manos, y Pablo Santodomingo es testigo, lo hicimos por salvar el astillero, en silencio, sin contar lo que estábamos haciendo. No fue posible. Como tampoco fue posible salvar a Juan de su cáncer.

Ayer se fue un hombre bueno. Un gran amigo. Por la tarde, Miro y yo, compañeros los tres de tertulias semanales, hemos brindado por él, hemos brindado por un hombre bueno. Algún día podré contar muchas cosas más de la verdadera historia de cómo quiso y yo le ayudé, en recuperar la vida en Vulcano. Y en ello le fue la vida. Hasta siempre, Juan. Miro y yo seguiremos tomando los jueves la caña sin tu presencia física pero contigo. Y la feixoada que teníamos pendiente para el mes que viene ya sabes que va a ir por ti.

Un abrazo muy grande allá donde estés. Siempre te estaré muy agradecido por todo lo que me enseñaste de la mar, pero sobre todo por tu amistad. Hasta siempre, amigo.

*Exjefe de prensa de Vulcano