La jornada de ayer arrancó con Alfonso García Calvo, uno de los hombres de confianza de Manuel Fernández de Sousa, con distintas atribuciones en el grupo. Se mostró, durante toda su declaración -contestó tanto al ministerio público como a su defensa-, como un subordinado pleno del entonces presidente. "Para mí era lo que dijera Manuel, yo no decidía nada". El modo de referirse a Sousa llamó de hecho la atención del fiscal Juan Pavía. "En Pescanova era Manuel. He confiado siempre en el presidente". Entre las tareas que, aseguró, le fueron asignadas, estaba la de fichar a alguien que actuase como representante de la sociedad con la que Pescanova ocultaba su participación en la filial de Namibia. "La remuneración -a ese administrador, Jaime Rioja- puede ser en A o en B", rezaba un correo de García Calvo a Fernández de Sousa. Eran 1.500 euros mensuales, pero el exdirectivo de Pescanova rechazó que se hubiese tratado de un pago en negro. "Estaba prejubilado, se habló de pagarle de otra manera". "¿Qué es A o B?", insistió Pavía. "Con o sin retención", zanjó.

También viajó a Madeira para adquirir una sociedad que Fernández de Sousa utilizaría después, según el informe forensic de KPMG, para ocultar su participación en la pesquera. "Esta sociedad será oficialmente de unos socios puestos por nuestro administrador con un contrato de fiducia. El director lo pondrán ellos (aunque yo tendré un poder) y él abrirá una cuenta corriente en Banco di Roma que manejaré con órdenes que me dejará firmadas en blanco, de tal manera que yo no figure", escribió García Calvo a Sousa. Era febrero de 2001, doce años antes del colapso de la multinacional. "El presidente -concretó ayer- me había ordenado comprar una sociedad en Madeira para tenencia de valores". Se llamó Worshipful Comercio Internacional e Serviços y funcionó hasta 2013. Todavía habría una segunda.