"Keep calm". Esas fueron, quizás, las dos palabras que más se repitieron ayer en las colas que se vertebraban frente a los mostradores de facturación. Pero la calma aderezada con mucha incertidumbre era el ambiente que se respiraba en el aeropuerto de Gran Canaria horas antes de que despegasen los vuelos de rescate para que ningún pasajero británico se quedase en tierra. La quiebra de Thomas Cook y la consiguiente cancelación de las cuatro operaciones que estaban programadas desde ese aeropuerto hacia Londres, Birmingham, Mánchester y Bristol llevó a numerosos turistas de Reino Unido a adelantar su hora de llegada al aeródromo para solicitar información. La mayoría de ellos lo hacía sin tener la garantía de poder regresar a casa anoche, tal y como tenían previsto, pero con la esperanza de encontrar una respuesta positiva.

Y así fue, aunque para algunos, como Karen Gorst y Gary Turner, fue algo agridulce. No se quedarían tirados en el aeropuerto ni tendrían que alargar su estancia en la isla, pero el regreso a su casa sería más largo de lo esperado. Volaron anoche hasta Mánchester. Desde allí, contaron con resignación, tendrían que subirse a un autobús para salvar los 336 kilómetros que separan a esa ciudad de la capital inglesa.

Los pasajeros intercambiaban mensajes de ánimo y calma para hacer más apacible la espera. O al menos para que no fuese tan tediosa pese al tiempo en cola. De pie, en el suelo, en las butacas, jugando a las muñecas o a las cartas, los afectados mataban el tiempo a la espera de que les llegase el turno de facturación.

La comunidad británica en Fuerteventura, también en Canarias, vivió la noticia de la quiebra de Thomas Cook con preocupación y tristeza y más después de saber que los vuelos que tenían reservados a Gran Bretaña para Navidad han sido cancelados.

En el aeropuerto de Palma de Mallorca, más de un millar de turistas británicos se concentraron ayer por la mañana frente a los mostradores de una compañía aérea esperando que el personal contratado por la empresa Thomas Cook pudieran reubicarles en otros vuelos.

Algunos tuvieron que esperar varias horas de pie a facturar sus maletas, pero los más afortunados consiguieron subir al avión que despegó en torno al mediodía con destino a Birmingham. "¿Dónde está el dinero?, me pregunto, porque yo pagué hasta la última libra que me pidieron para poder disfrutar de estas vacaciones y ahora parece que Thomas Cook no ha pagado a sus proveedores". Margaret, una mujer británica que iba a ser reubicada en este vuelo, se lamentaba así no solo de los inconvenientes personales que le ocasionó la quiebra de la empresa, sino la imagen que representaba para la economía de su país la desaparición de esta compañía.