El mercado de la electricidad ha dado este año un vuelco que anticipa, siquiera de manera coyuntural, el ocaso de las térmicas de carbón y el nuevo protagonismo de las centrales de gas natural (ciclos combinados). Las políticas orientadas a la descarbonización de la economía, con origen en la UE y también dentro de España, han contribuido a reducir en los últimos meses a niveles residuales la aportación del carbón a la dieta eléctrica (3% el pasado julio), mientras que la del gas natural está marcando máximos (31%), favorecida por las mismas políticas y por el comportamiento de las materias primas. ¿Que impacto ha tenido esa especie de sorpasso energético en los precios? Pues que el recibo de la luz ha bajado durante estos meses de térmicas casi paradas y ciclos combinados a plena carga. Los expertos pronostican, no obstante, que la situación cambiará en otoño.
En el contexto del debate sobre la transición hacia una economía libre de emisiones de CO2 y los impactos socioeconómicos de su velocidad, dirigentes políticos, empresariales y sindicales alertan desde hace casi dos años del riesgo de un encarecimiento de la electricidad para hogares y empresas en caso de que se acelere el fin de las térmicas de carbón (el Gobierno actual lo prevé para antes de 2030). Tal tesis se basa en el papel moderador de los precios que históricamente han tenido las térmicas frente a los ciclos combinados, durante mucho tiempo con costes variables más altos que las instalaciones carboneras.
Lo ocurrido sobre todo entre mayo y julio de este año en el mercado de la luz parece contradecir los pronósticos citados. El precio del kilovatio en el llamado mercado mayorista ha sido de media el 16% más bajo que a la misma altura de 2018, cuando las térmicas estaban por delante de los ciclos combinados en el orden de tecnologías. El ahorro equivale a unos cinco euros al mes para un hogar con un consumo medio.
