"Unos marineros comentan con sus familiares diferentes la vida en Sudáfrica. A los blancos no se les permite hablar con mujeres negras [...] La entrada a los cabarets cuesta un rand (más de 80 pesetas)". Así relataba FARO la llegada a Vigo del buque factoría Galicia cuando, en efecto -como recordó ayer el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo-, nadie antes había querido explorar aquellos caladeros. Nadie antes que la flota gallega. Que Pescanova. Hoy la situación es tan distinta que el Ministerio de Pesca de Namibia tiene 5.193 aspirantes para unos 120 permisos de pesca, con interesados de todo el mundo. La multinacional gallega no quiere perder su hegemonía en el país y ayer, durante la ceremonia de entrega del arrastrero Lalandii 1, lo hizo saber a las autoridades africanas invitadas al evento. "En Namibia tenemos a 1.700 trabajadores en tierra y a otros 400 a bordo. Queremos emplear más si podemos pescar más", lanzó el presidente del grupo, Jacobo González-Robatto. El mensaje no pudo tener mejor embajador, el primer buque de nueva construcción que la localidad de Lüderitz recibe desde 1990. No se entiende este municipio costero sin la filial de la firma gallega, Novanam; Pescanova pretende que la industria pesquera namibia tampoco se entienda sin su nombre.

"Sabemos que tenemos que competir", apostilló Feijóo sobre el nuevo reparto de cuotas, pendiente todavía de publicación. Pero recordó a renglón seguido la implantación del grupo gallego. "Ha desempeñado un trabajo de décadas, no es un operador nuevo que haya decidido invertir ahora". Solo Pescanova va a destinar cerca de 30 millones de euros a la renovación de su flota namibia, compuesta a día de hoy por 14 efectivos. El ministro de Pesca, Bernhardt Esau, ya advirtió de que los criterios para el reparto de licencias son inamovibles. "Los que hayáis invertido y creado empleo, estad seguros que voy a mantener [empleo, inversiones y derechos de pesca] Los que no hayáis invertido o creado puestos de trabajo, mala suerte", exhortó el pasado febrero. La puntuación de los aspirantes ha multiplicado los nuevos proyectos en el país, con nuevas factorías, remodelaciones y buques para surtir la producción en tierra. Pescanova tiene plantas en Lüderitz y Walvis Bay, con 14 líneas de producción.

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Nueva Pescanova presenta el primero de los buques con los que renovará su flota

Nueva Pescanova presenta en sociedad al Lalandii 1 // Marta G. Brea

Si la asignación de licencias atendiera a un criterio sentimental, por la alcaldesa de Lüderitz no iba a quedar hueco para incertidumbres. Fue trabajadora de Novanam, igual que su madre. "Esta empresa transformó mi familia, y también mi pueblo", asintió Hilaria Mukapuli. "Ha sido [por Novanam] la mayor contribución" al municipio desde la independencia de Sudáfrica, cuando la multinacional gallega apostó por aquel remoto lugar, detenido en un tiempo de gloria que desapareció con el éxodo de los alemanes. Ni por su homóloga de Redondela, Digna Rivas, cuyo padre trabajó para Pescanova en Namibia y Mozambique. "Hoy se traslada un mensaje de confianza para todo el mundo", agregó el director general de Ordenación Pesquera, Juan Ignacio Gandarias.

La liturgia de un acto como éste no mitigó la sensación de hito. Ayer, como hace 32 años -cuando Pescanova recibió su último encargo, el Sil-, costó romper la botella de champán. Y también abrazó un buen ramillete de mensajes: en defensa del naval gallego, de la modernización del sector y del futuro de la multinacional. El último, a cargo de un González-Robatto que supeditó futuros proyectos -a expensas de la venta de la compañía- a la mejora de los resultados, todavía discretos. Los dos primeros fueron de Feijóo y el presidente de Armón, Laudelino Alperi. "Es un día de confianza para el naval, de enorme simbología. Hemos resurgido y lo hemos hecho juntos", dijo el máximo mandatario gallego. Alperi, patrón de uno de los astilleros con más carga de trabajo de España, emplazó a trabajar conjuntamente para "modernizar" las tecnologías. "El naval es un esfuerzo diario".