La maraña de nubes a lo lejos amenaza con una de esas intensas tormentas viajeras desde el Canal de la Mancha que tanta fama dan al Mar del Norte. Por esa riqueza del viento y la escasa profundidad de sus aguas este rincón del mundo es una de las joyas de la corona de la eólica offshore, capaz de abastecer ya de luz a diez millones de hogares en Europa, según el "Informe sobre Economía Azul" publicado hace solo unos días por la UE. Aquí, a unos 50 kilómetros de la costa británica de Suffolk, desde el aire es posible ver ya el despliegue de casi todos los peones con los que Iberdrola defiende su firme disposición a liderar el sector. Solo quedan por colocar 12 de los 102 esqueletos metálicos sobre los que se asientan los aerogeneradores repartidos en una extensión equivalente a 40.000 campos de fútbol. El East Anglia One es el mayor proyecto renovable hasta ahora en la historia de Iberdrola y será el segundo más grande en operación cuando se encienda en abril de próximo año.

Sus raíces son gallegas y asturianas. Buena parte de las jackets que sirven de soporte a los molinos (42) se fabricaron en el astillero en Fene de Navantia, encargada también en su planta de Cádiz de confeccionar la subestación eléctrica; y los pilotes de anclaje al suelo salieron de la factoría de Windar en Avilés. La alianza de las dos empresas ya consiguió acompañar a Iberdrola en su estreno en solitario con un parque offshore en Wikinger (Alemania) y ahora están pendientes de las adjudicaciones para el complejo de Saint-Brieuc, en la bretaña francesa, a punto de conocerse.

Entre las jackets todavía pendientes, el cableado submarino que llevará la electricidad a tierra para cubrir la demanda de aproximadamente 360.000 hogares de Londres y su entorno y el levantamiento de los aerogeneradores, el parque East Anglia One está en una de las fases más frenéticas de empleo desde que arrancó la construcción, con un pico de unos 1.300 trabajadores. "Es un operativo complicado", asegura Rafael Vara, especialista del área offshore en Iberdrola y director del proyecto de Saint-Brieuc. Cada una de las tres palas de los molinos mide 75 metros, casi tanto como un avión del modelo Airbus A380. Van montadas ya a bordo de un barco desde el puerto de Great Yarmouth. "Es una envergadura enorme que implica un importante operativo logístico -continúa Vara-. Cada viaje, incluida la colocación, dura semana y media".

A los 714 MW del East Anglia One, con una inversión de 2.500 millones de libras -alrededor de 2.800 millones de euros- le seguirán el East Anglia Two, de hasta 900 MW y un tercer parque en la zona para el que el Gobierno de Reino Unido acaba de autorizar a Scottish Power, la filial de Iberdrola en el país, un incremento de potencia desde los 1.200 MW iniciales a 1.400. La cartera del grupo español en eólica marina suma 12.400 MW. Una cifra de vértigo si tenemos en cuenta que en Europa hay en estos momentos 18.500 MW operativos.

Si el megacomplejo en aguas inglesas supuso ya un reto para Iberdrola por la limpieza de los fondos -hubo que desactivar 80 antiguas bombas de la II Guerra Mundial- y la implantación de los novedosos aerogeneradores de 7 MW, el de Saint-Brieuc no se queda atrás. En eólica offshore la casa empieza por el tejado. El tipo de turbina marca todo lo demás. Y en este caso Iberdrola colocará máquinas de 8 MW con palas algo más largas para exprimir la eficiencia de unas instalaciones de casi 500 MW en total. "A mayor tamaño, más peso de aerogenerador, con lo que la cimentación tiene que evolucionar, al igual que todos los medios de puesta en obra, desde los barcos a las grúas, pasando por los martillos para los pilotes -indica Rafael Vara-. Todo tiene que desarrollarse a la vez".

A esa evolución se enfrentan de nuevo Navantia y Windar, que van de la mano para hacerse con todo o parte del encargo de cimentación y las jackets. El responsable de Iberdrola en el parque asegura que es posible que se repita el troceado del contrato para repartirlo entre varios suministradores. "Hay bastantes, sí", confirma Vara al respecto de los ofertantes en la puja donde compite la unión del astillero gallego y la empresa asturiana.

No es el único cambio. El lecho marino en la bahía de Saint-Brieuc es más complicado y, además, la concesión de Francia para el parque acarrea un proyecto industrial en la zona para la creación de 250 empleos locales. A los aspirantes a contratistas del proyecto con 2.500 millones de euros de inversión les corresponde definir cómo. "Puede ser con producción allí o no, lo importante es cumplir la ratio", señala Rafael Vara, que avanza que este verano se formalizarán las adjudicaciones para poder empezar la fabricación el año que viene.