Las banderas de España y Alemania salpican los escaparates de Valenciennes en una jornada de lluvia intermitente. Es el tiempo típico a estas alturas de junio aquí, una localidad de 44.000 habitantes al norte de Francia, acostumbrada a reinventarse desde que las calles del centro quedaron reducidas a cenizas en mayo de 1940 por el incendio provocado por un bombardeo de la Segunda Guerra Mundial y la otra gran bomba que asoló la ciudad muchos años después, en los 80, cuando la crisis del carbón se llevó por delante la principal actividad de la zona, ahora un polo de referencia en el país de la industria auxiliar del automóvil que abastece de piezas a grandes grupos del sector como PSA. Hoy toca ser algo más. Esas banderas y las de las otras 22 selecciones que participan en el Mundial Femenino de fútbol se multiplican por el casco histórico de Valenciennes, una de las sedes de la competición. El equipo español se enfrentaba ayer por la tarde a las germanas en el estadio de Hainaut y durante el entrenamiento de la mañana recibieron la visita de seis de las embajadoras del deporte femenino abanderadas por Iberdrola en su exitoso programa de apoyo a la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.

"Nosotras casi no teníamos ni medios ni recursos para preparar los torneos hasta que llegó Iberdrola", cuenta la asturiana María López, una de las jugadoras más veteranas de las RedSticks, la selección española de hockey hierba. "Muchas empresas se cortaban en los patrocinios a mujeres deportistas por desconocimiento, pero ahora empiezan a ver el resultado del impacto y se suben al carro", apunta Sara Hurtado, patinadora sobre hielo. Ambas, al igual que Anabel Medina (tenis), Nerea Pena (balonmano), Bimba Delgado (rugby) y Silvia Araco (voleibol), coinciden en la importancia de la visibilidad. "Hubo un antes y un después de los Juegos Olímpicos de Londres cuando las mujeres fueron mayoría en el medallero de España -explica la tenista valenciana-. La gente fue consciente del potencial del deporte femenino". Al igual que ha sucedido en el resto de ámbitos sociales y económicos, el deporte no ha sido una excepción a la corriente de la defensa de la igualdad generada por los movimientos del 8M. "Claro que ha sumado y las cosas están cambiando", afirma, contundente, Araco.

La de fútbol que ha traído a las seis a este rincón de Francia es una de las 16 federaciones apoyadas por Iberdrola desde que en 2015 la multinacional energética liderada por Ignacio Sánchez Galán revisó su labor de responsabilidad social corporativa e integró dentro de su estrategia empresarial el compromiso con la igualdad de oportunidades y promoción de las mujeres, al amparo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de Naciones Unidas. Están también gimnasia, triatlón, rugby, piragüismo, bádmiton, balonmano, voleibol, hockey, tenis de mesa, atletismo, kárate, boxeo, surf, deportes de hielo y esgrima, además de bautizar a 23 ligas nacionales. "El objetivo más ambicioso de esta apuesta es introducir el deporte femenino en los hogares y contribuir a aumentar la visibilidad de las mujeres que practican deporte, sus logros y fomentar la creación de nuevos referentes en la sociedad", subraya la compañía.

"Soy hija de atletas y he tenido una infancia muy diferente a otras amigas", dice Bimba Delgado, que militó dos años en el equipo del Club de Arquitectura Técnica de A Coruña. "La educación se nota muchísimo -continúa-. En EE UU todo el mundo practica un deporte y lo hace por disfrute, no como en España, donde se ve como un condicionante más del bienestar". Hacer deporte en la escuela aumenta hasta un 76% la probabilidad de que las mujeres sigan practicándolo el resto de su vida, según el último informe Women and Sport elaborado por la consultora internacional Nielsen.

Todos los subsectores que conforman el deporte, desde los servicios educativos ligados a la actividad física a la producción de eventos, pasando por el impacto para la hostelería, suman en España un valor añadido de 12.734 millones de euros, según señala la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas) en un reciente monográfico sobre la huella económica del deporte. No es uno de los países con mayor peso de la actividad en el Producto Interior Bruto (PIB), alrededor del 1,44% -en Alemania, por ejemplo, alcanza el 4% y el 4,6% en Austria-, pero hay que tener en cuenta que no hace mucho, en 2005, representaba solo el 0,9%.

"Somos rentables", defiende la patinadora Sara Hurtado. "Lo que es necesario es que se nos vea -incide también Anabel Medina-. Tenemos grandes campeonas desde hace diez años y las chicas necesitan referentes". Las seis supermujeres estallan en una risa al imaginar el momento en el que no se diferencie deporte masculino y femenino. "Probablemente dentro de 10 años -confía la tenista valenciana- simplemente se hable de resultados". "Y tampoco de si queremos ser madres, qué dieta seguimos o dónde nos cortamos el pelo", suma entre risas Sara Hurtado.

Apenas una de cada tres mujeres en la liga de fútbol de España cuenta con un contrato laboral de 10 horas. Como el resto de trabajadoras del país, se llevan la peor parte de la precariedad y la desigualdad salarial. Sus rivales ayer, la selección alemana, cuentan a menudo que el primer trofeo que consiguieron fue un juego de tazas de café. Ser reconocidas como deportistas de élite no es una garantía tampoco. El hecho de que unas y otras se atrevan a contar cuál es su realidad para poder brillar más en el futuro demuestra que las cosas están cambiando y que esta cita en Francia aspira a ser el 8M de la mujer en el deporte. "Evidentemente es el deporte rey y detrás vamos el resto", remarca Nerea Pena. "Si ellas crecen -concluye Bimba Delgado-, nosotras también crecemos".