Reino Unido es, quizás, el mayor exponente del fish & chips del viejo continente. Pescado frito rebozado con patatas, bandeja plástica y una servilleta absorbente para recaudar el colesterol sobrante; esa ha sido su aportación más mediática al mundo gastronómico con base de proteína marina. Y fue, cuando se aprobó la desconexión de la Unión Europea, carne de titulares en todos los tabloides. ¿Cuánto se nos va a encarecer el fish para los fish & chips? No se centró el debate en la calidad o la trazabilidad del producto, probablemente reemplazable sin complejidades por otro pescado como bacaladilla (salvaje) o panga y tilapia (acuicultura), aunque de importación (y aranceles). Es un segmento en el que la industria gallega, centrada en el valor añadido y la transformación con trazabilidad completa, no compite. Con productos auténticos, el as en la manga que también rebaja los nervios de la moda gallega. Reino Unido no compra fast fashion (ropa de colección estacional y barata) a Galicia, sino estilo; tampoco lomos de atún a granel, sino conservas de calidad. Es la conclusión que emanó de la primera de las jornadas anuales que el Foro Económico de Galicia organiza desde ayer en A Toxa.

Participaron como ponentes la consejera delegada de Adolfo Domínguez, Adriana Domínguez; el secretario general de Anfaco, Juan Vieites; o el expresidente de la Xunta y catedrático de Economía Fernando González Laxe, entre otros académicos y directivos del ecosistema empresarial gallego. "El riesgo disminuye cuanto mayor sea el valor de lo que uno exporta y no sea fácilmente sustituible. Si ofrecemos productos auténticos las barreras arancelarias nunca serán suficientes para frenar el consumo". En el caso del textil, como ilustró también Domínguez, el valor de la ropa que Galicia vende a Reino Unido es tres veces superior al de la que importa. El Foro no rebajó en ningún caso las duras consecuencias del Brexit -ha habido una ralentización en las exportaciones y un frenazo en nuevos proyectos de inversión-, sino que arrojó claves para aprovechar las oportunidades que puede ofrecer.

Por ejemplo, porque la Unión Europea cuenta con más de 300 tratados comerciales con terceros países, todos más que Reino Unido. O porque la balanza comercial británica en pescado congelado es muy elevada; que es bueno, pero porque no tienen industria capaz de transformarla, darle valor y ofrecer al cliente algo más que pescado frito con patatas. O porque, en la oferta textil, no tienen con qué sustituir los productos que Galicia exporta. "Un escenario de no deal puede ser un absoluto caos, pero estos retos son ventanas de nuevas oportunidades".

Están acostumbrados ambos sectores -pesca y textil, incluso automoción, que también entró en el debate- a lidiar en plazas complejas. Firmas de moda ya se vieron forzadas en el pasado a abandonar Argentina o Brasil, el motor (y textil) de Irán, y no llegan los dedos de las manos para contar todos los caladeros de los que Galicia tuvo que despedirse con la generalización de la extensión a 200 millas de las aguas territoriales.

Toda vez que no hay precedentes, resulta complejo realizar una estimación con parámetros comparables sobre el impacto real del Brexit, con o sin acuerdo. Si se produce, extremo que dudaban ayer varios asistentes a las jornadas del Foro. Un estudio coordinado por González Laxe ha evidenciado que dos de cada tres empresas no cuenta con un plan de contingencia. Es una realidad que entre los asistentes se comparó con la de 1985, en los prolegómenos de la entrada de España en la Unión Europea. Cuando se pasó, por ejemplo, a un régimen de cuotas de pesca tras el cual han desaparecido tres de cada cuatro barcos que operaban entonces en Gran Sol. La diferencia, expuso un académico, es que "en 1985 había una hoja de ruta. Ahora no es fácil hacerla" habida cuenta de los bandazos de la Cámara de los Lores. Ahora el Brexit está programado para el 31 de octubre; además de para auténticos, va a resultar que la desconexión también será para los estoicos