El creciente uso de las nuevas tecnologías y las plataformas de banca móvil y por Internet podría precisar de cambios en la estrategia de banca comercial del grupo Santander, según admite la entidad en su último folleto de actividad continuada remitido a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y consultado por Europa Press. En concreto, si el ritmo de transformación aumenta, se podría requerir del cierre o venta de algunas sucursales y la reestructuración de otras, así como un ajuste entre sus empleados.

De este modo, el Santander estima que esta transformación derivaría en "pérdidas en estos activos y el forzamiento del gasto para renovar, reconfigurar o cerrar sucursales y transformar la red comercial". "El fracaso en la implementación efectiva de estos cambios podría tener un impacto material adverso en la posición competitiva del grupo", indica la entidad en el documento, añadiendo que también son necesarios gastos "sustanciales" para modificar o adaptar sus productos y servicios existentes a las nuevas necesidades de los clientes.

De hecho, el banco presidido por Ana Botín remarca que si el grupo no es capaz de adaptar su oferta a las tendencias cambiantes del sector, el negocio podría verse afectado negativamente. "La incapacidad para anticipar o adaptarse a las tecnologías emergentes o cambios en el comportamiento de los clientes, incluyendo los clientes jóvenes, podría retrasar o impedir el acceso a nuevos mercados basados en la tecnología digital", subraya.

El Santander reconoce que los proveedores no tradicionales de servicios bancarios, como los especializados en el comercio electrónico mediante plataformas de Internet como Amazon, compañías de telefonía móvil como Orange (Orange Bank) o motores de búsqueda como Google, cuentan actualmente con ventajas regulatorias frente a las entidades tradicionales. Estas compañías no están sujetas a la fuerte regulación bancaria a la que sí están sometidas las entidades financieras tradicionales, por lo que el Santander cree que podrían ofrecer tipos y precios más agresivos, así como dedicar mayores recursos a tecnología, infraestructura y marketing.

En este sentido, el banco admite que si la competencia continúa aumentando necesitará elevar los tipos ofrecidos para los depósitos o bajar los tipos que aplica a los préstamos, perjudicando a su rentabilidad. La entrada de nuevos jugadores también podría afectar a sus resultados de negocio y perspectivas.