Diferir la finalización de las condiciones ultrarrelajadas de la expansión monetaria comporta costes. Es lo que la OCDE denominó en 2014 como las "potenciales consecuencias negativas no intencionadas" a causa, como dijeron algunos consejeros del BCE el jueves, de mantener los tipos de interés "demasiado bajos por demasiado tiempo". Y más cuando la denominada "flexibilización cuantitativa" ni tan siquiera es capaz de resolver por sí sola todos los problemas, como de hecho se está verificando con el actual desfondamiento económico.

La OCDE dijo el miércoles que la política monetaria no es suficiente para detener la ralentización, y el presidente del BCE, Mario Draghi, repitió desde 2013 que la solución exige una combinación de todas las políticas posibles: monetarias, fiscales y de oferta. El jueves agregó que inyectar recursos y bajar tipos no podrá impedir el daño que está causando al PIB la caída del comercio global. El dinero no resuelve todo.

Hay más peligros. La ofensiva monetaria contribuye a la "financiarización" de la economía (por cada euro que mueve la economía productiva, la economía financiera mueve 60) y a la sobrevaloración de activos. Los tipos en el 0% e incluso inferiores fuerzan a la asunción de riesgos crecientes para obtener rentabilidades y esto, sumado a la pérdida de la percepción de pérdidas potenciales que comporta tener una comprador masivo de daños y unos costes financieros ultrabajos, son incentivos a prácticas inversoras temerarias y a la asunción de deudas, como evidencia que hoy los débitos mundiales sean superiores a los existentes cuando la crisis de 2008 eclosionó a causa precisamente de muchos de los comportamientos agresivos y negligentes que fueron inducidos por los bajos tipos de interés tras la crisis de las tecnológicas en 2001.

La deuda empresarial de alto riesgo y los llamados préstamos apalancados están disparados (se calculan en 1,3 billones de dólares), según advertencias difundidas por FMI, BIS, Fed y otras instituciones, y "The Economist" vaticinó el año pasado que la próxima crisis podría ser causada por el elevado endeudamiento empresarial.

Las excepcionales condiciones monetarias contribuyen a acrecentar la brecha de riqueza porque hunden la remuneración del ahorro popular y alientan la revalorización de activos financieros, en los que se mueven las clases con mayor capacidad inversora.

El ensanchamiento de la desigualdad frena el crecimiento económico, como argumenta el FMI, porque concentra riqueza en los segmentos de población que menos necesidad tienen de destinar los incrementos de renta adicionales a consumo para cubrir necesidades perentorias. La inequidad genera a su vez malestar social y desafección, y engendra tendencias políticas populistas y extremistas que crean inestabilidad y perturban el crecimiento.

Demorar la retirada de estímulos debilitará la capacidad de respuesta de la política monetaria ante una recesión. Con sus balances ultraexpandidos y saturados de bonos de deuda pública y privada de la anterior crisis, y con las bases monetarias ya amplificadas, los emisores apenas tendrán capacidad para actuar con la misma contundencia. Para intentar atajar la última crisis, la Fed pudo bajar 5,25 puntos porcentuales hasta llegar al 0% y el BCE tuvo margen para reducir 4,25. Ahora, con los tipos en el 0% en el BCE, y en el 2,5% en la Fed, el recorrido a la baja para estimular la economía en el futuro será mínimo o nulo.