Las del año 2010 fueron las últimas cuentas "reexpresadas" de Pescanova (entonces vieja Pescanova) por Deloitte, que en mayo de 2013 recibió la encomienda de gestionar el mayor concurso de acreedores de una compañía no inmobiliaria de la historia empresarial española. De los 36,8 millones de beneficio que había declarado la compañía bajo mandato de Manuel Fernández de Sousa pasó a números rojos de casi 180 millones. Es complicado dirimir, por tanto, en qué momento la pesquera estaba en pérdidas, y también de conocer en qué momento dejó de ser una firma rentable. O, al menos, que reflejaba la veracidad en sus cuentas anuales.

Los 5,44 millones que obtuvo de resultado neto el pasado ejercicio no se pueden comparar, así, con las cifras de vieja Pescanova en cuanto a volumen de ventas, Ebitda o beneficios. Pero esa cifra, que consta en la memoria anual de Banco Sabadell (segundo mayor accionista de la empresa, con más de un 24% del capital social), constata la cristalización, al menos parcial, del proyecto que lidera Ignacio González.

En tanto no ha desvelado los valores de Ebitda o volumen de negocio -Nueva Pescanova es una SL, no tiene obligación de presentar las cuentas al mercado-, no es posible tampoco ver hasta qué punto está cumpliendo los objetivos incluidos en el plan de negocio Todos a una 2016-2020. De haberlos logrado, la multinacional tendría que haber superado los 100 millones de Ebitda (en el escenario ajustado), y unas ventas superiores a los 1.200 millones de euros. La meta de esa hoja de ruta pasa por alcanzar una rentabilidad de 140 millones en 2020, e ingresos de 1.445 millones.

El accionariado ha mantenido una relativa estabilidad, con dos socios de referencia claros: Abanca (se convirtió a finales de año en el máximo accionista, como anticipó FARO) y Banco Sabadell (líder del extinto G7 desde el momento en que la banca asumió la responsabilidad de reflotar el grupo). Esta singladura financiera dentro de la pesquera está próxima a su fin, y ya el año pasado, como también desveló este periódico, bancos ofrecieron la empresa a firmas de la competencia y fondos de inversión. Pedían entonces 800 millones de euros, con facilidades de financiación.