Junto a la lógica incertidumbre sobre el futuro de la plantilla de la central, 77 trabajadores, y el alrededor del centenar de empleados de las auxiliares que viven básicamente de ella, la reciente confirmación de Naturgy con la clausura de la térmica de Meirama antes de julio del próximo 2020 provocó un enfrentamiento inédito con la Xunta y su exigencia a la compañía de que siga el ejemplo de Endesa en As Pontes y lleve a cabo la inversión necesaria para adaptarse a los nuevos límites de emisiones industriales de la UE y alargar así la vida útil de las instalaciones. El presidente del grupo energético, Francisco Reynés, insistía el pasado miércoles en la decisión. Ni la gallega ni las otras dos térmicas que tiene en Asturias y León son ya rentables, dijo durante la presentación de los resultados anuales, por el encarecimiento de los derechos de dióxido de carbono (CO2) y la subida de precios también del propio carbón. A pesar de las durísimas críticas, el cierre de Meirama es uno de los principales aliados de la Estrategia de cambio climático y energía impulsada por el Gobierno regional, bajo la premisa de reducir las emisiones contaminantes un 25% de aquí a 2030 y hasta un 80% en 2050.

El Consello de la Xunta analizó ayer en su cita semanal los trabajos previos para el plan, que se aprobará, en principio, el próximo junio. Es, según el jefe del Ejecutivo autonómico, Alberto Núñez Feijóo, "una hoja de ruta a largo plazo con el objetivo de alcanzar la neutralidad climática en 2050". ¿Qué quiere decir esto? Que Galicia debería ser capaz de absorber con medidas de mitigación ese 20% de gases de efecto invernadero que seguirán emitiéndose.

En 2016 alcanzaron los 28,6 millones de toneladas equivalentes de CO2, según los últimos datos públicos del Ministerio para la Transición Ecológica, recogidos también por el Instituto Galego de Estatística (IGE). El balance de la Consellería de Medio Ambiente rebaja la cantidad -las diferencias se centran en el cómputo de las emisiones de los procesos industriales y no en el sector más contaminante, el procesado de energía- a 27,9 millones. La reducción con respecto al ejercicio anterior fue del 22,4% y del 4,7% en comparación con 1990, que es el año de referencia para establecer los nuevos objetivos.

Durante los próximos diez años, por tanto, Galicia tiene que recortar más de 7,3 millones de toneladas de CO2. Tanto como lo que suman el transporte, las industrias manufactureras y la construcción en la comunidad. Las emisiones de Meirama en los dos últimos años rondaron los 2,3 millones, así que el apagado de la térmica equivale a un tercio de ese objetivo de recorte de gases hasta 2030. La consellería asegura que la aportación del cierre de la central "es más complejo" que ese tercio. "Y el numérico no será el único factor que incida en ese objetivo", aseguran fuentes del departamento dirigido por Ángeles Vázquez, que recuerda que la Agencia Internacional de la Energía (AIE) prevé un incremento del 30% del consumo energético de aquí a 2040. "De lo que se trata es de reducir y de que no suban esas emisiones -añade-. Con esa demanda al alza, el reto es seguir con bajas emisiones y alta eficiencia".

Pero Medio Ambiente admite abiertamente que el diseño de la Estrategia tiene en cuenta "el paulatino descenso de la participación del carbón dentro del mix de producción de energía eléctrica de Galicia" a causa del aumento de la potencia renovable y "por el aumento del precio del CO2 en el mercado de comercio de derechos de emisión, que penaliza a los combustibles fósiles", razón esta última también esgrimida por Naturgy.

Además de un modelo energético "basado en las energías limpias" y esa mayor eficiencia, la Xunta pretende con la Estrategia hacer de Galicia, según Feijóo, "una región exportadora de conocimiento" en lucha contra el cambio climático y un referente en concienciación. Su puesta en marcha se hará a través de un plan operativo hasta 2023 con 120 medidas, financiadas en parte con fondos europeos.