Maderas Iglesias se enfrenta a sus días más decisivos. El tiempo para la búsqueda de un inversor se agota para el que en su día llegó a ser el mayor fabricante de pavimentos de madera de España y que ahora ve su futuro borroso por la carga de una deuda que ronda los 55 millones de euros y que afronta una huelga indefinida por los retrasos en los pagos a su plantilla. La compañía se encomienda a la llegada de nuevos accionistas para que inyecten los recursos necesarios para desbloquear el futuro de la empresa y sus 200 trabajadores, pero por el momento el listado de ofertas permanece vacío. La única propuesta formal que llegó a la mesa del equipo directivo fue la presentada por un fondo de inversión estadounidense, que valoraba a la empresa en un millón de euros, y que obtuvo un "no" como respuesta al entender que el precio era demasiado reducido.

El desembarco en el capital de esta empresa con tres décadas de historia cuenta, además, con una dificultad añadida. Y es que los inversores interesados no solo deben convencer al actual equipo directivo, sino también a unos acreedores que hace solo cinco años ya aceptaron una quita del 50% para que la empresa saliese de concurso.

Los esfuerzos de Maderas Iglesias por encontrar comprador resultaron, hasta ahora, en vano, pese al acuerdo que logró en junio para cerrar la salida voluntaria de 34 trabajadores y reducir así sus gastos de personal. "Fue un gesto con el que se demostraba el interés de los trabajadores por la continuidad de la empresa para que la dirección lo mostrase como carta de presentación para los inversores", declaran fuentes sindicales que apremian la búsqueda de alternativas para evitar la liquidación de la empresa.

Ante la gravedad de la situación, varios miembros del comité de empresa y del Instituto Galego de Promoción Económica (Igape) mantuvieron una reunión ayer en Vigo para explorar posibles soluciones que garanticen el futuro de la compañía con sede en O Porriño. La Xunta de Galicia defiende su papel como mediador en la búsqueda de inversores y apela a la "unidad" con la dirección de la empresa y la plantilla para desbloquear la situación, pero desde el comité de empresa urgen medidas inmediatas. "La situación está complicada. Si la Xunta no cumple con lo que se le pide y con lo que se comprometió en el Parlamento en el plazo de un mes, el futuro es complicado", declaró Xulio Vicente, de la CIG, al término de la reunión.

El tiempo corre en contra de la compañía, que hoy encara su cuarto día de parón total en su factoría porriñesa después de tres días de seguimiento del 100% en la huelga indefinida. De la llegada de un inversor depende que logre poner fin a casi una década de travesía en el desierto.

Desde el estallido de la crisis inmobiliaria, la compañía encadena ocho expedientes de regulación de empleo (ERE) -el último, el de junio- y dos procesos concursales. Entre medias, una destrucción de 600 empleos, que han menguado el tamaño de la plantilla hasta los 200 trabajadores actuales, en su mayoría mujeres, que se resisten a ser los últimos de la historia de Maderas Iglesias.