Las subidas de los grandes impuestos aplicadas por los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero en 2010 y el de Mariano Rajoy en 2012 aliviaron la asfixia financiera que sufría el país por el impacto de la doble recesión sobre la caja pública. El golpe fue enorme. La entrada en la crisis provocó que de 2008 a 2009 los ingresos de la Agencia Tributaria en Galicia se desplomasen casi un 24%. En solo un año la reducción fue de 1.368 millones de euros. Con el aumento de la presión fiscal a costa del bolsillo del ciudadano y de las empresas, la recaudación se fue estabilizando y en 2016 marcó un máximo en la comunidad, mejorado incluso el pasado 2017, cuando alcanzó los 6.668,4 millones de euros, un 1,1% más que el ejercicio precedente. Todo esto ha venido acompañado del refuerzo en la lucha contra el fraude fiscal y un incremento constante de las sanciones y las multas. El año pasado batieron su récord en Galicia: casi 75 millones de euros.
Concretamente, la partida, que incluye también los intereses derivados de los retrasos en los pagos, ascendió a 74,885 millones de euros después dispararse un 34,3% con respecto a 2016, según el balance anual que publicó hace unos días la Agencia Tributaria. Nunca antes en Galicia se habían impuesto tantas sanciones. Y hay una tendencia clara al alza. Hace diez años, por ejemplo, justo antes del pinchazo de la actividad, se recaudaron 34 millones, la mitad que ahora. Un poco más atrás, en 2002, rondaban los 23 millones de euros.
En el conjunto del Estado las multas dejaron unos 1.100 millones de euros, un 12,4% por debajo de 2016. El importe cae en prácticamente todas las comunidades, con descensos muy abultados como el de Asturias, un 46% menos; un 40,4% de recorte en Cantabria; del 33,7% en Murcia; y del 28,2% en Valencia. La única región que supera el ascenso de Galicia es Cantabria, donde el capítulo creció un 40,4%.
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Detrás de los mejores resultados de la historia para la recaudación de Hacienda en Galicia, con esa subida de 70,6 millones de euros, están, además de las multas y las sanciones, el comportamiento del IRPF, que es el principal gravamen de la cesta fiscal. Aportó 2.689 millones de euros, lo que supone un incremento del 6,8% sobre 2016. Aumentaron un 4,2% las retenciones por trabajo y un 1,9% las de los arrendamientos, mientras que las del capital bajaron un 9,4%. El IRPF que pagan los no residentes contribuyó con otros 113,2 millones de euros después de elevarse más de un 18%.
Del beneficio de las empresas vinieron 1.230 millones. El Impuesto sobre Sociedades sigue perdiendo fuelle y baja un 5,2%. También entró en números rojos el IVA, con un retroceso del 4,5%, hasta los 2.271 millones de euros, según el informe de la Agencia Tributaria.
Los Especiales, también muy ligados al consumo, despertaron del letargo en el que llevaban varios años sumidos. De los 90 millones de 2016 a más de 118 millones, es decir, un incremento del 31,3%. Menos hidrocarburos, todavía con los efectos de la devolución del antiguo céntimo sanitario, funcionaron todos bastante bien. Sobre todo el que grava la cerveza, con 25,9 millones, un 15,5% más; y el del carbón. ¿Por qué? La prolongada sequía del pasado año dejó muy tocadas las energías renovables en Galicia y las térmicas pisaron el acelerador: 78,9 millones de euros de recaudación, un incremento del 27%.
También los impuestos medioambientales experimentaron una evolución notable. Los ingresos alcanzaron los 47,4 millones de euros, un 17,7% por encima de la recaudación de 2016.
