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Las brechas abiertas de la Unión Europea

La UE, atenazada por el desafío de la inmigración, posterga el debate para terminar de reforzar el área y el euro antes de la próxima crisis económica

Acercamiento sin plena coincidencia | El presidente francés, Emmanuel Macron, y la canciller alemana, Angela Merkel, han acercado sus posiciones sobre la construcción europea, pero todavía apuntan en direcciones divergentes en algunas cuestiones de primera magnitud.

La cumbre europea de hace una semana, que se había anunciado como la de la "refundación" de la Unión Europea y el impulso definitivo a la corrección de las vulnerabilidades del euro, quedó reducida a un acuerdo de mínimos sobre la inmigración y el asilo de refugiados, y postergó el resto de los debates esenciales sobre los fundamentos de la Unión y la incompleta arquitectura institucional del área monetaria.

El pacto "in extremis", y de madrugada, mediante un texto tasado y calculado para hacerlo digerible por los 28 países miembro, permitió eludir una vez más la amenaza de una fractura entre bloques -y en este caso también la ruptura del Gobierno alemán- y posibilitó la escenificación de una aparente armonía que, aunque no resuelve las controversias de fondo, prolonga la vida del proyecto europeo cuando afronta no pocos desafíos internos y externos.

Aplazamientos. Quedan pospuestos para diciembre, en puertas de las elecciones europeas de mayo, las grandes cuestiones pendientes sobre el fortalecimiento del euro y la corrección de sus insuficiencias. La fragilidad que se evidenció durante la crisis soberana europea de 2010-2012, y que colocó al euro al borde del abismo, ha sido paliada sólo parcialmente, y los avances y progresos realizados en dotar a la moneda de las instituciones y los blindajes que la protejan de futuros envites no han sido aún completadas y, a causa de los antagonismos que dimanan de la divergencia de intereses y de convicciones que conviven en la zona, ni tan siquiera existe un grado de coincidencia suficiente para decidir los pasos siguientes a dar. Como apuntó hace poco la agencia de evaluación de riesgos crediticios Moody's, persiste una profunda división en la Unión Europea, no hay un suficiente consenso sobre la integración y, lo que es más grave, se constata la "ausencia de una visión compartida entre los miembros de la UE", por lo que el futuro del club europeo y de la moneda que comparten 19 de los 28 países puede verse muy comprometido en caso de que se produzca otra gran crisis internacional como la de 2008-2013.

Este riesgo es aún mayor dado que los estados acumulan hoy mucha más deuda que en 2008, lo que resta capacidad de maniobra a la política fiscal para atajar una posible recesión, y el Banco Central Europeo (BCE) ha agotado su margen de bajada de tipos de interés y ha consumido buena parte de su capacidad razonable de compra y atesoramiento de bonos públicos y privados, lo que también limitaría el recurso a los estímulos monetarios que salvaron al euro hace seis años.

| Avances tímidos

Ni tan siquiera tras la declaración de Meseberg del 19 de junio del presidente francés, Emmanuel Macron, y la canciller alemana, Angela Merkel; las reuniones del Ecofín y del Eurogrupo del 21 y 22, y la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno del 28 y 29 se han despejado todas las incógnitas. Hay un entendimiento amplio para que el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) actúe como respaldo del Fondo Único de Resolución (FUR) en caso de que otra crisis bancaria desborde su capacidad financiera (podría pasar así de 55.000 a 110.00 millones de euros), existe asentimiento en que el MEDE (uno de los órganos creados en 2012 para hacer frente a la última crisis) acabe convirtiéndose en un futuro Fondo Monetario Europeo y el resto son enunciados sin compromiso tangible.

Merkel llegó a aceptar hace un mes, aunque de forma imprecisa, la idea de Macron de dotar a la eurozona de un presupuesto específico para impulsar reequilibrios internos, favorecer la convergencia y aplicar políticas que moderen el ciclo económico (el de la UE, ahora en negociación para 2021-2017, el primero sin Reino Unido, permanece anclado en el ínfimo 1% del PIB) pero la propuesta tiene muchos opositores, casi tantos como el gran rechazo que suscita el fondo europeo de garantía de depósitos (la tercera pata necesaria de la unión bancaria, tras las ya materializadas de la supervisión y resolución únicas) y el seguro europeo de desempleo. Tampoco parece que se avance en dotar a la Eurozona de un poderoso ministro Economía y Finanzas.

La Europa del norte sigue desconfiando de sus socios del sur y reclaman demostración fehaciente de virtuosismo, depuración previa de activos dañados, reforma estructurales y austeridad como condiciones previas para mutualizar riesgos.

Por lo mismo, ya no se habla de la emisión de eurobonos (títulos de deuda que conllevarían el respaldo en algún grado de los débitos de cada país por el resto de socios) y está por ver si la última propuesta de la Comisión Europea (un sucedáneo en el que no habría mutualización aunque podría ayudar a romper el círculo vicioso entre los riesgos bancario y soberano de cada nación) logra la anuencia necesaria.

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