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El textil gallego triunfa mientras su empleo industrial cae a mínimos tras destruirse un 40% en diez años

El sector frena la mejora de ocupación de 2016 y en 2017 perdió otros 147 cotizantes

Como todo en la economía, la historia del sector textil no puede entenderse sin el fenómeno de la globalización. La entrada de España en la UE, el cambio de reglas en la competencia por la desregulación de los aranceles y la transformación profunda de los hábitos de consumo explican el día a día hoy de una actividad fundamental en Galicia, cuna de grandes firmas de moda que están conquistando el mundo entero. La expansión internacional fue una obligación. A la industria local de la confección no le quedó otro remedio que abrirse al exterior en busca de nuevos compradores y afrontar así el desembarco de los productos procedentes de países con mano de obra más barata, que acabaron convirtiéndose en proveedores de esas empresas para alimentar su internacionalización. Así el textil gallego mudó su rol de fabricante por el de distribuidor. Supone el 6,1% del Producto Interior Bruto (PIB) regional. Alrededor de 3.500 millones de euros. La parte comercial arrasa con más de ocho de cada cien euros de valor añadido y el 5,2% del PIB. La rama industrial se queda en apenas un 15% (el 0,9% de la economía gallega) y su empleo acaba de registrar mínimos históricos. Después de un 2016 en el que parecía que el ajuste de plantillas había tocado fondo e incluso empezaba a aumentar, en el pasado 2017 volvió a caer y acumula en la última década un desplome cercano al 40%.

En la industria textil y la confección de ropa de vestir en Galicia trabajaron en 2017 unas 10.800 personas, según los últimos datos por sectores que acaba de actualizar el Instituto Galego de Estatística (IGE) con las afiliaciones a la Seguridad Social. En 2016 fueron 10.974. Se destruyeron 147 empleos. Es la tendencia sin fin de los últimos años, desde el inicio del proceso de la deslocalización de las compañías de moda de todo el país, primero hacia destinos cercanos como Portugal, luego hacia Marruecos y Asia. Antes de producirse el traslado de la producción, la actividad en la comunidad superaba muy de largo los 17.000 cotizantes.

La evolución en el número de trabajadores es paralela a lo que está sucediendo con las empresas. Quedan unas 1.200 después de la desaparición de casi medio millar (485), una de cada cuatro de las que había, entre 2008 y principios de 2017, como recogen las estadísticas del Registro Mercantil. Frente al comportamiento más o menos estable de las empresas textiles sin asalariados o con entre 1 y 2, en el caso de las compañías de 3 a 5 trabajadores sobreviven 63 de las 175 que funcionaban hace diez años y la mitad (56) en las que cuentan con entre 6 y 9 efectivos en plantilla. En las de 10 a 19 el recorte fue del 75%, un 54% en las de 20 a 49 empleados y un 40% de bajada entre las de 50 a 99.

La liquidación de firmas míticas de la moda made in Galicia en los últimos dos años, como Viriato, el Grupo Deus y, sobre todo, Caramelo, convive en el tiempo con un volumen de ventas al exterior nunca visto antes en el sector gracias al empuje, especialmente, del gigante mundial Inditex, junto con el tirón de Sociedad Textil Lonia, la exitosa Bimba y Lola y la incipiente recuperación de Adolfo Domínguez tras quedarse "al borde del abismo", como admitió públicamente su directora general, Adriana Domínguez, hace unos días.

Las exportaciones del sector superaron el pasado año los 6.400 millones de euros. En comparación con el ejercicio anterior, cuando las ventas a otros países rozaron los 5.800 millones, el incremento es del 11%. En los últimos diez años, coincidiendo con esa pérdida de más de 7.000 puestos de trabajo en la rama industrial y la metamorfosis hacia el retail, la exportación, incluida zapatería, se disparó un 143%. Galicia concentra ahora las tareas de diseño y distribución. Lo que le da el valor añadido a las prendas y permite dejar la balanza comercial en un relevante superávit: las importaciones en 2017 rondaron los 1.900 millones de euros, un 15% menos que el año anterior.

La resistencia de una parte todavía importante de la industria textil en Galicia permite mover una producción local de más de 1.318 milles de euros en 2016, según la Encuesta Industrial Anual de Productos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Si aquí fue duro el golpe de la deslocalización, más lo fue en otros territorios como la Comunidad Valenciana, a la que Galicia está a punto de quitar su histórico segundo puesto entre las potencias textiles españolas.

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