-¿Cuáles son las tareas pendientes de las empresas gallegas?

Para el sector vitivinícola, igual. Si tuviésemos una primera bodega que tuviese cinco o seis veces más producción que actualmente, estaríamos en el radar de alguien que quisiese invertir en el sector vinícola. Pero coges las marcas que tenemos y las superficies que hay y no da para más. Esa atomización en algunos casos frena, porque tenemos muchas marcas muy buenas con unas tiradas muy pequeñas.

-¿Cómo se resuelve esta situación?

-Si crees que puede haber seis o siete empresas que están muy bien y que puedes entrar en una, la opción es comprar el 70% y dejar al frente a un hermano o a un nieto de las cuatro ramas de la familia que controla la empresa. Las otras tres ramas sobran. Dejas, por ejemplo, al nieto que tiene ganas y que es válido para que impulse la empresa y cambias a los socios familiares que no participan de la gestión pero que cobran su dividendo al final del año por un socio industrial o financiero que lo que quiere son los mismos resultados a medio y largo plazo. El problema es como pones de acuerdo a esas cinco empresas. Y es ahí donde entran en juego los fondos.