La inversión responsable está siendo espoleada por una generación de millennials que además de buscar la tradicional rentabilidad financiera, está sensibilizada por los impactos sociales y ambientales y exige un equilibrio entre generación de riqueza, protección del entorno y compromiso social.

La inversión socialmente responsable (ISR) aumenta en paralelo con el creciente interés por el desarrollo sostenible y la responsabilidad social empresarial. En los últimos años, la iniciativa ha contado con el impulso de los grandes inversores institucionales y de los fondos de pensiones, que no pierden de vista el impacto ambiental y social de las compañías en las que depositan el dinero de los ahorradores, así como sus prácticas de buen gobierno. Esta filosofía pretende dar ahora una respuesta a los inversores millennials, más sensibilizados con variables ligadas al desarrollo tanto social como medioambiental, partiendo de la base de que el comportamiento de una compañía puede ser un indicador de la calidad de su gestión y permitirle estar mejor preparada para gestionar potenciales riesgos y oportunidades a largo plazo.

Esta filosofía de inversión es aplicable a todos los productos financieros, ya sean fondos, planes de pensiones individuales y de empleo, seguros de vida y sociedades o fondos de capital riesgo. Además, hay fondos temáticos que invierten en agua, micro finanzas y energías limpias, buscando una rentabilidad tanto financiera como social. Al igual que en cualquier otra inversión financiera, un producto ISR puede invertir en activos monetarios (letras del tesoro, pagarés de empresa), renta fija (deuda pública: bonos y obligaciones; bonos y obligaciones de empresa) o renta variable (acciones).

Motivos de los inversores para apostar por la sostenibilidad

Cada vez está más claro que aquellas entidades que invierten con razonamientos ambientales, sociales y de gobernanza consiguen mejor reputación además de un óptimo desempeño económico-financiero y en su caso bursátil. La ISR tiene en cuenta tanto criterios financieros (liquidez, rentabilidad y riesgo) como ambientales, sociales y de buen gobierno, tanto en los procesos de análisis y toma de decisiones de inversión, como en el ejercicio de la propiedad activa (derechos políticos inherentes a determinados activos financieros, como el voto responsable en las juntas de accionistas). El objetivo final es involucrar y hacer partícipes a las compañías en el avance hacia un desarrollo sostenible, y en este contexto existen índices bursátiles socialmente responsables que permiten a los inversores conocer qué empresas cumplen estándares de responsabilidad social, ambiental y de buen gobierno.

En esta línea, el factor ambiental está siendo uno de los motores de la gestión responsable. Los desafíos que presenta el cambio climático para la humanidad, provocan que el sector financiero en general, y la inversión colectiva en particular tomen partido. Los datos avalan esta premisa. Los millennials (personas de entre 18 y 35 años) son la generación más dispuesta a valorar los fondos sostenibles e invertir en ellos. Más de la mitad (52%) de ellos invierte a menudo o siempre en fondos sostenibles, en comparación con el 40% de la Generación X (36 a 50 años) y el 31% de la generación del Baby Boom (51 a 69 años).