Si, como creen algunos de sus accionistas, Nueva Pescanova puede alcanzar un valor de venta de 1.500 millones de euros, la participación del 1,6% que tiene su antigua matriz (Pescanova SA o vieja Pescanova) en el capital ascendería a 24 millones. La sociedad lleva dos meses en el parqué después de una suspensión de más de cuatro años y, en este periodo, ha cambiado de manos casi trece veces. Pero es más, a cierre de sesión su capitalización bursátil (su valor en Bolsa) superaba los 37 millones de euros. Expertos e inversores coinciden en que es un valor zombie de elevado carácter especulativo; sus defensores confían en rentabilizar su valor en algún momento. Y eso que, como avanzó FARO, los bancos propietarios de Nueva Pescanova son más partidarios de una venta directa que de una salida al mercado de renta variable. Este último proceso dilataría su desinversión en la pesquera en torno a cinco años y las entidades no quieren esperar tanto tiempo. El consejero delegado, Ignacio González, ha fijado este hito para el año 2019 ó 2020.

Aún así, las acciones de la vieja Pescanova siguen cotizando, aunque el furor que rodeó su reentré en Bolsa se ha ido apagando en los últimos días. Desde el 7 de junio el valor movió más de 487 millones de euros, que es más de trece veces el valor que le otorga el mercado a día de hoy. Y cambiaron de manos casi 334 millones de acciones; Pescanova SA tiene menos de 28 millones de títulos en circulación. Solo el 13 de junio, pese a que entonces ya se había producido la escapada de Carolina Masaveu del accionariado (tenía el 7,133%), la compañía movió en el Mercado Continuo 47 millones de acciones y 115 millones de euros.

A la salida de Masaveu (canalizada a través de Crisgadini, representada a su vez por su esposo, Diego Fontán) se sumaron el fondo norteamericano Broadbill, antes principal accionista de la antigua matriz, y José Antonio Pérez Nievas, quien se deshizo de 280.000 títulos. Con menos asistentes y pocos visos de que la música siga sonando, la fiesta, de momento, continúa.