Banco Popular comienza una nueva etapa en la que ha de luchar para conseguir salir adelante en un entorno de exigente regulación y de bajos tipos de interés que dificultan la actividad bancaria, un reto que afronta a contrarreloj y con un nuevo equipo gestor al frente encabezado por Emilio Saracho. La entidad, que llegó a ser ejemplo de banco rentable en el pasado, no atraviesa su mejor momento después de presentar una pérdidas de 3.485 millones de euros a cierre de 2016, tener que corregir cuatro aspectos de sus cuentas, sufrir rebajas de rating y ver cómo su acción se desploma hasta marcar mínimos históricos.

En concreto ayer los títulos volvieron a experimentar grandes caídas y retrocedió un 9,6%, hasta situar su precio en los 0,663 euros, en mínimos históricos. Este retroceso en el valor se une al registrado el lunes, también del 9,6%, después de que el nuevo presidente abriera la puerta a una ampliación de capital de la entidad o una fusión con otro banco durante la junta general de accionistas. El Popular arrancará hoy una nueva jornada con una capitalización bursátil (valor en Bolsa) de menos de 2.800 millones de euros, algo más del importe de la última ampliación (2.500 millones), entonces ejecutada bajo la presidencia del compostelano Ángel Ron. En las últimas veinte sesiones el banco acumula una caída en Bolsa del 28,7%.

Tradicionalmente el banco ha centrado su actividad en el segmento de pymes, un negocio rentable que le ha permitido alcanzar una cuota de mercado del 18% y generar un margen de explotación antes de provisiones superior a 1.200 millones de euros en 2016. Sus márgenes de nueva producción están por encima de la media del sector, manteniendo la cuota de crédito contratado. Si embargo, la entidad tiene un punto débil: su gran negocio inmobiliario compuesto en su mayoría por activos adjudicados y préstamos dudosos con garantía inmobiliaria. El importe bruto de estos activos es de 36.000 millones de euros, de los que se han provisionado el 46%. Con estas cifras, el banco se ve obligado a desinvertir en los próximos años, por lo que estará sujeto a la volatilidad de los precios del mercado.

Para intentar salir a flote Popular cuenta con un nuevo equipo directivo compuesto por Emilio Saracho en la presidencia, Ignacio Sánchez-Asiaín (ex de Abanca) como consejero delegado y Miguel Escrig como director financiero. Los nuevos directivos cuentan con una amplia trayectoria profesional: Saracho procedía de JP Morgan Chase, Sánchez-Asiaín de Oliver Wyman & Co y Escrig había ocupado durante 17 años el cargo de director financiero en el Grupo Telefónica. Sustituyen a Ángel Ron, a Pedro Larena y a Francisco Sancha, respectivamente.

El futuro

Para afrontar su situación, lo primero que hará Popular será ampliar capital. En mayo de 2016 el banco, que entonces presidía Ángel Ron, lanzó una ampliación de capital por 2.500 millones de euros con la que pretendía reforzar su balance y que fue suscrita con una sobredemanda del 35,75%. Pero no fue suficiente y ahora la nueva dirección del banco es consciente de que el banco está abocado a aumentar capital otra vez para poder continuar hacia adelante. Esta operación será la cuarta en menos de cinco años.

"Una nueva ampliación solo puede realizarse sobre un sustrato de alta confianza", manifestó el presidente ante los accionistas, a los que explicó que, antes de llevarla a cabo, Popular tendrá que definir las necesidades que pretende cubrir y las perspectivas de negocio que la sustentarán. Saracho podría optar por la venta de negocios en los que la entidad no tiene suficiente capacidad para competir. Entre ellos se encuentran Totalbank, la filial estadounidense de Popular, o WiZink. Otra de las opciones de Saracho para reflotar Popular podría ser participar en una operación corporativa. La dirección de la entidad defiende que "la independencia es un valor hasta que es una carga", por lo que el banco valorará "en su momento" todas "las alternativas creíbles" que se le presenten.