La compra de Opel por parte de la multinacional francesa Grupo PSA ha saltado al plano político. La operación, "muy avanzada", según ha podido saber este periódico, ha generado un fuerte rechazo tanto en algunos estamentos del Gobierno de Angela Merkel como entre las poderosas uniones de trabajadores alemanas, que temen que la absorción de la división con sede en Rüsselsheim por parte de PSA aboque a algunas fábricas al cierre. Tanto el patrón del Grupo PSA, Carlos Tavares, como la presidenta de General Motors (GM), Mary Barra, se desplazaron ayer a Berlín para tratar de tranquilizar a la canciller y a los sindicatos germanos y convencerlos de las virtudes de esta operación para ambas partes.

La compra, que afecta a una decena de fábricas y a más de 38.000 trabajadores de Opel (la mayoría en Alemania), se encuentra en una fase "muy avanzada" de negociación en la que solo quedarían por determinar cuestiones como el precio y la forma de pago. Algunos analistas valoran la división europea de GM en torno a los 2.000 o 3.000 millones de euros pese a que acumula pérdidas desde hace 16 años, lo que obligó a varias reestructuraciones en ese periodo. De materializarse la absorción, PSA sumaría así una producción de más de 4 millones de coches al año, escalando al noveno puesto en el ranking mundial de fabricantes de coches, y al segundo a nivel europeo, por detrás de la alemana Volkswagen.

El principal escollo ahora es político y social y está en Alemania, lo que ha obligado a los máximos responsables de PSA y GM a desplazarse con urgencia al país para tratar de apagar el fuego. Mary Barra estuvo ayer en la sede de Opel en Rüsselsheim acompañada por el director general de la marca alemana y otros responsables de la división europea, mientras que Tavares se habría reunido con altos funcionarios alemanes y estaría dispuesto a sentarse con los sindicatos para explicarles personalmente sus planes de crecimiento. La ministra de Empleo y Asuntos Sociales alemana, Andrea Nahles, aseguró que está contacto "al más alto nivel" con los responsables de PSA, Opel y GM para asegurar que las tres plantas alemanas de Opel sigan abiertas en caso de que prospere la compra por parte de PSA.

También en el Reino Unido, Gobierno y sindicatos han mostrado su preocupación por la operación. Opel-Vauxhall emplea a 4.500 trabajadores en el puerto de Ellesmere, en el noroeste de Inglaterra, y en Luton, en el norte de Londres. Analistas y fuentes del sector coinciden en que la fusión PSA-Opel implicará irremediablemente el cierre de alguna factoría en Europa. "Opel tiene un problema de sobrecapacidad", reconoció un analista para FARO. Este miércoles está prevista una reunión de la junta de supervisión del Grupo PSA de la que podría trascender alguna información a mayores de la compra de Opel.

El director de Calidad e Ingeniería de PSA, Gilles Le Borgne, que estuvo ayer en Vigo, reconoció que ambas compañías llevan tiempo estudiando profundizar en su alianza industrial para desarrollar nuevas siluetas, plataformas y sistemas de tracción, y que en esa negociación efectivamente se contempla la posibilidad de adquirir la marca germana. Le Borgne matizó que es "muy pronto" para analizar las posibles consecuencias de esa operación y su posible impacto en las plantas españolas (Opel tiene un centro de producción importante en Zaragoza), y se limitó a recordar que la alianza PSA-Opel ya ha permitido proyectos como el propio K9 (que incluye una silueta Opel).