La automoción gallega ha perdido a uno de sus pioneros: el empresario Pedro José Martínez Sánchez, fundador de Marsan. Almeriense de nacimiento y vigués de adopción (llegó a Vigo con apenas 14 meses), fue ante todo un artesano. Antes de introducirse en la industria del motor, este emprendedor fue joyero, lo que le permitió desarrollar una habilidad y precisión especiales que luego aplicaría en otras actividades, y comenzó fabricando los tradicionales tapones "corona" de las gaseosas, diseñando su propia maquinaria.

Fue a principios de los años 60 cuando Marsan se hizo proveedor de la entonces Citroën Hispania. Su capacidad para diseñar, fabricar y reparar troqueles le abrió las puertas de la factoría, convirtiéndose en uno de los primeros proveedores gallegos de estampación, actividad en la que Marsan es un referente. Y ya en la década de los setenta, comenzó a trabajar con recubrimientos de pintura en polvo.

Su primer taller lo abrió en casa de sus padres, en Santa Cristina de Lavadores, y su segunda instalación industrial, en Gandarón, estuvo operativa hasta que en 2006 Marsan se trasladó al parque de Valadares y su hijo, Luciano Martínez Covelo (presidente de CEAGA), tomó las riendas del negocio. "Si tuviera que definirlo de alguna manera, diría que era una persona extremadamente bondadosa, tenía muy buena relación con todos", recuerda.

Martínez Sánchez era también un defensor de los valores de la empresa familiar. "Se apoyó siempre en mi madre, la cual tiene un gran valor en la empresa", asegura su hijo. "Era un gran profesional, una gran persona y un buen empresario. Todo un referente para mi familia y especialmente para mí", destaca su sobrino, Francisco Izquierdo, presidente del Grupo Iz.

En sus últimos años de vida, Martínez Sánchez, "Pepitín", como lo llamaban sus allegados, siguió ejerciendo de manitas tallando bastones de artesanía. Su mujer, Clemencia Covelo, sus hijos, Luciano y Menchy, el resto de familiares, amigos y toda la automoción gallega sentirá su ausencia.