Ronald Reagan, presidente de EE UU entre 1981 y 1989, no es equiparable a Donald Trump pero aplicó algunas políticas que ahora quiere secundar su sucesor.

Las rebajas fiscales y el aumento del gasto en defensa de Reagan acrecentaron la deuda y el déficit de EE UU e impulsaron la inflación. Para luchar contra la subida de los precios, el presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, elevó las tasas de interés y esto arrastró al dólar al alza, lo que socavó la competitividad de EE UU y agudizó su déficit por cuenta corriente. Reagan, aunque mantuvo la retórica librecambista, recurrió al proteccionismo encubierto contra la industria japonesa del motor.

La subida de tipos en EE UU y el alza del dólar desencadenaron la crisis de deuda latinoamericana, contraída en dólares. Y la presión de EE UU, agobiados por su déficit externo creciente, condujo a los pactos del Plaza de 1985, un acuerdo cambiario entre las grandes potencias para favorecer el debilitamiento del dólar. El acuerdo, que se suavizó en 1987 en París, tuvo consecuencias: la revalorización del yen y la reducción de tipos de interés para frenarlo alimentaron la burbuja que llevó a la crisis deflacionista japonesa, que aún perdura. Cuando en 1987 Reagan sustituyó a Volcker por Alan Greenspan, el entonces secretario del Tesoro,James Baker, dijo: "Por fin, nos hemos librado de ese hijo de puta".