La extracción de fosfato del fondo del mar ha dividido a la sociedad namibia, además de al Gobierno de Hage Geingob y al partido Swapo. Parte de la ciudadanía considera que este tipo de minería sería bueno para la economía local, frente a los que arremeten contra la destrucción del medio ambiente y la presunta prevaricación que ha salpicado los procesos de concesión de las licencias. Una campaña en internet recoge ahora firmas para vetar no solo el proyecto Sandpipe, el más avanzado y que ha estado a punto de materializarse, sino para que Namibia prohíba para siempre esta actividad.

El Sandpipe está promovido por Namibia Marine Phosphate (NMP), propiedad en un 85% del multimillonario omaní Mohammed Al Barwani. En el accionariado figura también un conocido empresario local, Knowledge Katti, que sube habitualmente a sus redes sociales fotos con coches de alta gama y viajes de lujo. Otra de las empresas con licencia preliminar para excavar el fondo del mar es Lev Leviev, que pertenece a otro potentado israelí del mismo nombre y conocido como el rey de los diamantes. En ambos casos las minas están en zonas de pesca y donde la flota de capital gallego captura merluza, rape y rosada.

El sector pesquero local, en el que están integradas compañías como Pescanova, Iberconsa o Mascato, ha lanzado una ofensiva judicial para frenar estas actividades, convirtiéndose así en socio de un amplio sector de la población namibia que censura la permisividad del Gobierno a la hora de permitir que las máquinas bajen al fondo del mar, remuevan el sedimento y lo draguen para que empresas de capital foráneo extraigan la fosforita.

El caladero

En aguas nacionales de Namibia (dentro de las 200 millas), y a través de empresas mixtas, faenan subsidiarias de Pescanova, Iberconsa, Mascato, Pereira, Marfrío o Corvima. La pesquera de Chapela tiene 14 buques y fue la pionera en explotar el caladero con la afamada marea del Andrade a principios de la década de los 60. El pesquero, dispuesto a llegar a Sudáfrica, llenó tanto las bodegas a la altura de Namibia que tuvo que dar la vuelta. Con la directiva de las 200 millas, y con el jaque mate en el gaznate del sector, la industria comenzó a crear las empresas mixtas, que han sobrevivido hasta hoy. El caladero namibio es rico en merluza, rape, pota o rosada, y solo a Pescanova le aportaba hasta un tercio de sus capturas totales antes del concurso.

La actividad de la maquinaria en la minería marina para la extracción de arena fosfática es completamente invasiva. Los robots que remueven el lecho van conectados con un buque nodriza, que a su vez va descargando la arena en una embarcación auxiliar, con lo que se enturbia tanto el agua del fondo como de toda la trayectoria ascendente de las tuberías. La contaminación sonora y lumínica son "potenciales impactos" de esta actividad, como reconoce la propia industria. Otras consecuencias son la destrucción de corales y la desaparición del plancton del que se alimentan gran parte de las especies, dado que el agua turbia impide el paso de la luz. El rape es, por ejemplo, una especie demersal, que habita en el fondo del mar. La alteración de su ecosistema es también un riesgo para esta pesquería.

La compañía adjudicataria, Namibian Marine Phosphate, publicó en los últimos meses tres informes que demostrarían que la minería de arena fosfática y la pesca pueden "coexistir", pero sin aportar más datos. Esta licencia es, según la prensa local, la primera de este tipo que se valida en todo el mundo, con lo que no hay experiencias anteriores que sirvan de comparación. La compañía del multimillonario de Omán asegura que todas las críticas hacia esta iniciativa son un "sabotaje" hacia la economía del país. La pesca es la tercera generadora de riqueza, y la primera en ciudades costeras como Walvis Bay o Lüderitz.